martes, 17 de mayo de 2011

El camino politico del EZLN

El camino político del EZLN
Lola Sepúlveda*
Sábado 3 de diciembre de 2005, por Redacción - Pueblos
Cuando el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) surgió públicamente el 1 de enero de 1994, llevaba tras de sí un trabajo silencioso de diez años durante los que no sólo se dotó de una gran base social indígena sino que, esa misma base social reorganizó los modos de entender la lucha social y política de aquellos que llegaron hasta allí con una concepción clásica de las formas guerrilleras.

A partir de su salida a la luz pública, muchas voces han intentado definir al Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN): desde considerarlo como un grupo guerrillero más, poniendo toda su atención en unas armas que ni ha entregado ni tiene intención de entregar, hasta llamarlo “guerrilla pos-moderna”. En los últimos años, se ha ido configurando una tendencia a señalar al EZLN como un “movimiento social” al que, en algunos casos, se le añade el adjetivo de “atípico”. Sin entrar en la discusión de los calificativos, podemos afirmar que el zapatista es un ejército que actúa en función de unas demandas sociales, que si bien son prioritariamente indígenas, no lo son de modo exclusivo y que más allá de reclamar una serie de derechos negados, enmarca las reivindicaciones en un marco político: el que confiere la democracia, la paz, la justicia y la libertad.

El 1 de enero de 1994 se hacía pública la Primera Declaración de la Selva Lacandona. Con ella se daban a conocer y dejaba claro quiénes eran, qué demandas presentaban y a quiénes llamaban a luchar con ellos:

“Somos producto de 500 años de luchas: primero contra la esclavitud, en la guerra de Independencia contra España encabezada por los insurgentes, después por evitar ser absorbidos por el expansionismo norteamericano, luego por promulgar nuestra Constitución y expulsar al imperio francés de nuestro suelo; después, la dictadura porfirista nos negó la aplicación justa de leyes de reforma y el pueblo se rebeló formando sus propios líderes, surgieron Villa y Zapata, hombres pobres como nosotros...

...somos los herederos de los verdaderos forjadores de nuestra nacionalidad, los desposeídos somos millones y llamamos a todos nuestros hermanos a que se sumen a este llamado como el único camino para no morir de hambre ante la ambición insaciable de una dictadura de más de 70 años encabezada por una camarilla de traidores que representan a los grupos más conservadores y vendepatrias...

...por lo que pedimos tu participación decidida apoyando este plan del pueblo mexicano que lucha por trabajo, tierra, techo, alimentación, salud, educación, independencia, libertad, democracia, justicia y paz...”. Estas demandas de libertad, democracia y paz hicieron que esta Primera Declaración, que proponía una prioridad política centrada en el rediseño de la nación mexicana, fuera escuchada. Por eso, el zapatismo trascendió rápidamente las fronteras de Chiapas y las del propio México.

Los zapatistas y el poder

Una de las posiciones del EZLN que más controversias ha levantado es su postura respecto al poder. La negativa de los zapatistas a ser vanguardia y como tal acceder al centro del poder mismo ha sido entendida como un rechazo a la acción política que se contradice con la realidad. Para ejemplo, ahí están las Juntas de Buen Gobierno, que ejercen un poder distinto del que asumimos como natural desde la visión occidental de la política, haciendo realidad la propuesta zapatista de no ejercer el gobierno de forma totalizadora y que queda establecido en su máxima de “mandar obedeciendo”. Las Juntas de Buen Gobierno son la propuesta más definida de una opción de gobierno llevada adelante por la base social zapatista, es decir, su propia sociedad civil.

Lo que los zapatistas ponen sobre la mesa es volver del revés la vieja propuesta de guerrillas y partidos que consideran prioritario conquistar el poder del Estado como única vía para realizar cambios sociales. Respecto a las guerrillas, les separa la negación de vanguardia; respecto a los partidos, cómo se insertan en los sistemas políticos neoliberales, haciéndose parte de ellos, intentando avanzar en la conquista de sus propios intereses aunque queden al margen los generales.

A propiciar ese volteo han estado dedicados muchos esfuerzos de los zapatistas desde el mismo año 1994 en que convocaron a “nuestros hermanos de las organizaciones no gubernamentales, de las organizaciones campesinas e indígenas, trabajadores del campo y de la ciudad, maestros y estudiantes, amas de casa y colonos, artistas e intelectuales, de los partidos independientes, mexicanos..” a realizar una Convención Nacional Democrática cuyo objetivo fundamental era “organizar la expresión civil y la defensa de la voluntad popular”. Ante esta Convención, el EZLN lleva una postura fiel reflejo del “mandar obedeciendo”: El EZLN tiene una concepción de sistema y de rumbo para el país. Su madurez política, su mayoría de edad como representante del sentir de una parte de la nación está en que no quiere imponerle al país esta concepción.

Llamadas a la organización

Con todos los problemas que plantea una sociedad civil, oscilante entre grandes periodos de actividad y otros casi nulos, el EZLN ha realizado llamadas a la organización, no sólo social, sino también política a lo largo de estos años. Después del intento de la Convención, se vio inmerso en un proceso de negociación con el Gobierno cuyo eje central fueron las reivindicaciones de los derechos de los pueblos indígenas. El proceso estaba estructurado en torno a varias mesas de trabajo, de las cuales sólo la primera trataba específicamente el tema indígena. Ésta fue la única en la que se firmaron acuerdos, los Acuerdos de San Andrés, aunque luego, tanto el gobierno anterior como el actual se han negado a cumplirlos. La segunda mesa trataba el tema de Democracia y Justicia y no se alcanzaron consensos. Los zapatistas declararon suspendido el diálogo pues consideraban que ni existía voluntad de llegar a acuerdos ni de cumplir los firmados.

Desde ese momento, el trabajo central del EZLN se encaminó a movilizar a la población para conseguir el cumplimiento de los Acuerdos de San Andrés, esfuerzo que culminó en la Marcha del Color de la Tierra en 2001. Pero nunca abandonaron los intentos de impulsar y apoyar la organización de la sociedad civil. Si la Comandanta Ramona viaja al DF para estar presente en el I Congreso Nacional Indígena, los 1.111 zapatistas viajan hasta el Distrito Federal en 1997 para apoyar la lucha por los Acuerdos de San Andrés pero también para estar presentes en el Congreso Fundacional del Frente Zapatista de Liberación Nacional, el otro gran intento, tras la CND, de aglutinar los esfuerzos de lucha de la sociedad civil.

Aunque CND y FZLN resultaron infructuosos, propiciaron, así como los 5.000 delegados zapatistas que recorrieron el país en 1999, encuentros entre la gente en el trabajo concreto, abriendo espacios para debatir ideas, al margen de las afiliaciones a los partidos políticos. La gran traición cometida por estos últimos, con la aprobación en el Senado y en el Congreso mexicano de una Ley Indígena claramente contraria a los Acuerdos de San Andrés y favorable a las grandes corporaciones transnacionales, hizo que los zapatistas se replantearan no sólo su posible diálogo con el Gobierno, sino también con las fuerzas parlamentarias que sostienen, al tiempo, el sistema político mexicano.

Habría que destacar que si por todos fueron traicionados los Acuerdos de San Andrés, tal vez la traición más dolorosa fue la del PRD (Partido de la Revolución Democrática). Desde una posición que se autodefinía como de izquierda, votó a favor de la Ley en el Senado, aunque intentó enmendar el error cometido, ya sin éxito, en el Congreso. Este partido, cuyas bases siempre estuvieron cercanas a los zapatistas, entró en poco tiempo en una vorágine de corrupción y olvido de sus principios. Esto le llevó a querer ganar gobiernos de los Estados a base de encabezar sus listas electorales con aquellos con los que fuera más fácil alcanzar el triunfo, según las encuestas y las redes clientelares que manejaban. Todo ello sin importar que vinieran de filas políticas que se habían opuesto, y con dureza, al propio partido (no olvidar los más de 600 muertos del PRD en los años de Salinas y Zedillo). En la televisión, en vídeos grabados clandestinamente y exhibidos de forma pública y en horario estelar, dirigentes destacados de ese instituto político recibían a manos llenas y de forma ilegal montones de fajos de billetes, al más puro estilo de las películas de Hollywood. También hay que recordar que en Chiapas abrieron sus puertas a miembros disidentes de grupos paramilitares, cuya renuncia no obedecía a problemas ideológicos, sino al reparto de los bienes que, desde hace años, reciben de los gobiernos en forma de apoyo a proyectos productivos. Este hecho ha provocado fuertes y violentos enfrentamientos entre zapatistas y perredistas.

Tiempo de silencio... y de propuestas

Mientras todo esto ocurría, y durante dos años, los zapatistas estuvieron inmersos en una larga etapa de silencio hacia el exterior, trabajando prioritariamente en reorganizar su propio territorio. Dice la Sexta Declaración, emitida el pasado mes de Junio:

“Bueno, pues nosotros los zapatistas del EZLN nos dedicamos ese tiempo a nuestra fuerza principal, o sea, a los pueblos que nos apoyan. Y pues algo sí se ha mejorado la situación, o sea, que no hay quien diga que de balde fue la organización y la lucha zapatistas, sino que, aunque nos acaben completamente, nuestra lucha sí sirvió de algo”.

Pero los zapatistas tienen claro que los pueblos indios no pueden, ni deben caminar solos. A su lado siempre ha estado la sociedad civil y deben andar junto a ellos. Sigue diciendo la Sexta: “Bueno, pues ahora les vamos a decir lo que queremos hacer en el mundo y en México, porque no podemos ver todo lo que pasa en nuestro planeta y quedarnos nomás callados, como si sólo nosotros estamos donde estamos”.

Y lo que quieren hacer es una nueva y arriesgada propuesta política que, partiendo de una época preelectoral en México, ponga frente a frente dos formas distintas de entender la política: la de los profesionales de las instituciones que sostienen el sistema al frente de los partidos políticos, encarando un proceso de promesas electorales cargadas de propaganda televisiva, y “la otra campaña”, que se empeña en acercarse a la gente, “preguntarles cómo es su vida, su lucha, su pensamiento, de cómo está nuestro país y de cómo hacemos para que no nos derroten”. “La otra campaña”, en la que los zapatistas se han implicado hasta el máximo, quiere encontrar un acuerdo entre la gente sencilla para organizarse juntos en todo el país, poner de acuerdo sus luchas y encontrar un programa que tenga lo que todos quieren, un programa de lucha que se cumpla.

Este es un nuevo paso del EZLN, un paso que sin olvidar la defensa de los pueblos indígenas, se abre de nuevo a un proyecto político en el que la sociedad civil tiene el papel de protagonista. Frente a unos partidos que no sólo traicionaron en su día al EZLN, sino que traicionan en lo cotidiano a quienes dicen representar, el EZLN avanza en la construcción “de algo nuevo, de algo grande”. En definitiva, se trata, en México, de aglutinar a la izquierda real para elaborar un proyecto alternativo de nación que contenga a todos, que una a esa izquierda cuya cara institucional ha desaparecido convertida en una burocracia que sólo busca el poder más allá de la ideología. Se trata de poner sobre la mesa la negativa a aceptar las ideas posibilistas que llaman a luchar por “el centro”, como única opción posible, y a crear esas formas de lucha política que son “de abajo a la izquierda” y que sólo pueden crear y mantener los de “abajo a la izquierda”.

Durante los meses de agosto y septiembre tuvieron lugar diversas reuniones en la zona de Chiapas entre zapatistas, Ongs, grupos, asociaciones, partidos que están fuera del arco parlamentario, grupos de barrio y vecinales, y personas individuales que aportaron sus ideas de cómo organizar y organizarse en esa “otra campaña”. El próximo mes de enero y hasta junio del 2006, el subcomandante insurgente Marcos visitará diferentes lugares de la República mexicana para profundizar juntos en dichas ideas y, entre todos, darles forma. Pero queda otra parte, la que tiene que ver con lo que ocurre fuera de México, donde los problemas podrán tener otras caras, pero no son muy distintos en su fondo. Para empezar, los zapatistas han propuesto la realización de un nuevo Encuentro Intercontinental, cuyas formas también habrán de decidirse entre todos.

*Lola Sepúlveda es coordinadora del Centro de Documentación sobre el Zapatismo. http://www.cedoz.org/ Este artículo fue publicado originalmente en la Revista PUEBLOS de Diciembre de 2005.