martes, 6 de marzo de 2012

La Jornada: Recuerdo de Zedillo

Recuerdo de Zedillo
Pedro Miguel

Cuando quería ser coloquial le brotaban expresiones desgraciadas –es
decir: sin gracia– como aquella del "no traigo cash". Siendo
candidato, e interrogado sobre el porcentaje que esperaba obtener en
las elecciones de 1994, respondió: andamos por el tostón. En efecto,
logró el 50 por ciento de los votos en unos comicios que, según él
mismo reconoció años después, no se habían desarrollado en condiciones
equitativas. Se refería a que su campaña contó con recursos
desmesuradamente superiores a los de sus rivales. Ciertamente, Salinas
inyectó ríos de dinero y comprometió a las dependencias del poder
público en la promoción impúdica del aspirante oficialista. Pero, a
diferencia de lo ocurrido seis años antes, en 1994 no fue necesario
sacar los votos opositores de las urnas ni rellenarlas con sufragios
para el PRI.

Tras el asesinato de Luis Donaldo Colosio, Ernesto Zedillo pudo
parecer, a ojos de Salinas, una marioneta de fácil manejo, no sólo por
su inexperiencia política, sino también por las afinidades
ideológicas: el candidato sustituto era ferviente partidario de las
privatizaciones de la propiedad pública, la apertura comercial
subordinada y la destrucción de las instituciones de bienestar social.
De hecho, al tomar posesión, el 1º de diciembre de 1994, Zedillo no se
midió en la lambisconería para quien lo puso en el cargo: un
presidente que gobernó con visión; que con inteligencia y patriotismo
concibió grandes transformaciones y supo llevarlas a cabo con
determinación (...) Estoy seguro de que Carlos Salinas de Gortari
tendrá siempre la gratitud y el aprecio del pueblo de México.

Pero la concordia entre el antecesor y el sucesor duró pocos días.
Dicen que, tras el error de diciembre, un alto funcionario de Zedillo
reprochó a su antecesor salinista: Ustedes dejaron la economía
prendida con alfileres. "Sí –habría dicho el interpelado–, pero
ustedes quitaron los alfileres." Cierto o imaginario, el diálogo es
ilustrativo de la perversidad y la torpeza que se conjuntaron en la
mayor crisis financiera en la historia del país y que, de paso,
enemistó a los dos últimos presidentes priístas.

Esa catástrofe, provocada desde el poder público, fue seguida por la
traición de febrero, perpetrada por el presidente contra el Ejército
Zapatista de Liberación Nacional –con el que se encontraba en
pláticas–, contra los intermediarios entre la insurgencia y el
gobierno y contra su propio secretario de Gobernación. La traición
habría de repetirse cuando Zedillo desconoció el compromiso que había
adoptado su gobierno en San Andrés Larráinzar y se negó a enviar al
Congreso las iniciativas de ley derivadas de los acuerdos con el EZLN.
En sus dos primeros dos años el zedillato simuló que dialogaba con los
insurrectos, pero desde el principio apostó a las prácticas regulares
de la contrainsurgencia: acoso y agresiones a la población civil,
promoción activa del paramilitarismo, expulsión de comunidades enteras
de sus tierras. Consecuencia de esa estrategia es la realización de
masacres en el campo, relacionadas o no con el conflicto chiapaneco.
En Aguas Blancas, Guerrero (1995), 17 integrantes de la Organización
Campesina de la Sierra del Sur fueron emboscados y asesinados por
agentes de la policía estatal, bajo la responsabilidad del gobernador
priísta Rubén Figueroa Alcocer. A ese crimen de Estado habrían de
seguir los cometidos en Acteal y El Bosque (Chiapas) y El Charco
(Guerrero), en los que participaron autoridades estatales y federales
priístas.

Sangriento, traidor e inepto, el zedillato –continuación accidentada y
accidental del salinato– fue también profundamente corrupto. Para
salvar a los banqueros estafadores, Zedillo ideó la nacionalización de
las deudas de la banca (Fobaproa), al amparo de la cual se cometieron
toda clase de fraudes. El atraco (552 mil millones de pesos de botín)
se consumó en diciembre de 1998 en el Palacio Legislativo de San
Lázaro, con la legalización, sin fiscalización de por medio, del
rescate bancario zedillista. En ese operativo los priístas contaron
con el apoyo de Acción Nacional y con la aprobación del entonces
presidente de ese partido, Felipe Calderón.

Con la ilusión de quitarse de encima esa clase de gobiernos, en julio
de 2000 la ciudadanía votó mayoritariamente por Vicente Fox. La
mayoría de quienes dieron su sufragio al guanajuatense ignoraban que
Acción Nacional era ya parte del régimen y que PRI y PAN estaban de
acuerdo en lo fundamental: el modelo económico neoliberal, el modelo
político autoritario y fraudulento y el modelo administrativo,
esencialmente corrupto.

Ciertamente, de 1988 a la fecha las cosas han ido de mal en mucho
peor. Por eso, ahora que Pedro Joaquín Coldwell, presidente nacional
del tricolor, llama a poner fin a la pesadilla de dolor, violencia,
corrupción y pobreza, hay que hacerle caso y no votar en julio próximo
por Peña Nieto ni por Vázquez Mota, continuadores garantizados de la
pesadilla.

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Textos fundamentales del zapatismo #EZLN (9): La velocidad del sueño (3ª parte: Pies desnudos. El club de las caricias mutuas)

Textos fundamentales del zapatismo (9): La velocidad del sueño (3ª
parte: Pies desnudos. El club de las caricias mutuas)
Posted on 28 noviembre, 2011 by Estación claridad: vengo llegando

¿Cuál es la velocidad del sueño?

No lo sé.

"No lo sé", esas tres palabras deberían estar más presentes en el
repertorio de todos, tan obligados como a veces nos sentimos a opinar
acerca de todo, y a suplantar opiniones por dogmas y recetas
("verdades", dicen).

En el club de las caricias mutuas, es decir, en la selecta
intelectualidad que, en y desde los medios masivos de comunicación de
derecha (y algunos "de izquierda"), se mantiene ajena ("objetiva",
dicen) a la realidad, hace tiempo que la crítica y el debate fueron
suplantados por el escándalo mediático, por "neutralidades" (que, al
fin de la edición, son más fundamentalistas que Bush-Bin Laden), y por
profecías que no importa si no se argumentan ni se cumplen ("después
de todo, ¿a quién le importa la realidad?")

Cortesanos versátiles en la periferia del poder, esos intelectuales
hablan de todo, son expertos en todo. En su filosofía instantánea y
soluble ("salimos al aire-entrego mi colaboración en unos minutos, mi
buen, no hay tiempo de pensar en lo que se va a decir-escribir"),
estos neofilósofos de la postmodernidad, siguiendo las modas que se
renuevan cada tanto, imitan las poses y el método de los "grandes"
pensadores, es decir, abstraen y generalizan. O sea que suponen y
crean un modelo, y luego lo aplican. ¿Las sobras?, al basurero (o sea,
fuera de la programación o del índice del artículo).

Más aun, el intelectual y el comunicador que se desempeñan como
analistas políticos de derecha (y no pocos de "izquierda"), se erigen
en jueces que dictan sentencia y esperan, sentados en la academia o en
la sala de prensa, a que la realidad sea el verdugo que ejecute la
sentencia. Si el "éxito" de la filosofía política reaccionaria, es
decir, la del analista de derecha, está en su capacidad de
"justificar" una acción, el de los que predican desde el púlpito de
los medios de comunicación está en trivializar la sinrazón.
Proponiendo emociones reflejas y no razones, los comunicadores abordan
la guerra, la pobreza, las catástrofes naturales, las arbitrariedades
gubernamentales, los crímenes, y los cada vez más frecuentes brotes de
descontento popular.

Después de todo, los sentimientos pueden ser tan fugaces como los
temas "más importantes" de los noticiarios. Así, se desesperan por la
falta de videos.

Pero los hay, lo que pasa es que muchos de ellos provocan reflexiones,
y digamos que la reflexión profunda no es el fuerte de la comunicación
de masas.

La velocidad de la pesadilla.

Y es con la reflexión teórica (que no es sinónimo de masturbación
mental), el debate (que no es el ping-pong de calificativos), el
intercambio de experiencias (que no es el intercambio de recetas),
que, si no se puede saber cuál es la velocidad del sueño, se puede, en
cambio, calcular la velocidad de la pesadilla. De nuestra propia
experiencia y de lo que vemos en el globalizado piso de arriba, hemos
aprendido que es la misma que tiene el bajar las manos, el rendirse,
el resignarse, el asumir la cómoda y estúpida posición de espectador,
el abandonar ideales en aras de un pragmatismo al final de cuentas
estéril y deformante.

Si el poder mundial rinde un culto morboso al 11 de septiembre y al 11
de marzo, es para traerlos como argumento de la pesadilla que
globalizan, y nos quieren "vender" el sueño de que su poderío militar
y policiaco evitará que se repitan más "onces" en el calendario…
sembrando su terror en otras fechas y en todo el mundo.

Pero, frente a los "11" del terror de uno y otro lado, hay, por
ejemplo, un "15", el de febrero de 2003. En esa fecha más de 30
millones de personas, de más de 100 naciones del mundo, se movilizaron
en contra de la guerra.

Muchos dirán que fue inútil, que como quiera la guerra se realizó.
Pero se olvida que las cosechas de las siembras de abajo nunca son
inmediatas.

Y no siempre las movilizaciones terminan cuando concluyen los
noticiarios. Las más de las veces derivan en aprendizaje y
organización. El poder bien puede vivir con demostraciones masivas de
repudio, que acaban cuando cambian de canal; pero no puede estar
cómodo con la organización de ese repudio, mucho menos con su
crecimiento.

Porque, abajo, aprender es crecer.

Las mentiras, por más rating que ostenten, suelen provocar indigestión
y vómito. Las verdades, ciertamente, provocan dolor de estómago, pero
éste se suele aliviar haciendo algo.

Porque, si bien las mentiras son irremediables, las verdades sí tienen remedio.

Frente a la pesadilla, no basta despertar. La vigilia puede florecer
en el sueño.

El impreciso sueño zapatista.

Pero, ¿cuál es la velocidad del sueño?

No lo sé.

En nuestro sueño, el mundo es otro, pero no porque algún deux ex
machina nos los vaya a obsequiar, sino porque luchamos, en la
permanente vela de nuestra vela, porque ese mundo se amanezca.

Nosotros, los zapatistas, sabemos a cabalidad que no tendremos, ni
nosotros ni nadie, la democracia, la libertad y la justicia que
necesitamos y merecemos, hasta que, con todos, la conquistemos todos.

Con los obreros, con los campesinos, con los empleados, con las
mujeres, con los jóvenes.

Con aquellos que hacen andar las máquinas, que hacen producir al
campo, que le dan vida a las calles y a los caminos. Con aquellos que,
con su trabajo, preceden al sol cada día.

Con aquellos que siempre producen las riquezas y hoy sólo consumen las pobrezas.

Nuestra lucha, es decir, nuestro sueño, no termina.

Sin embargo, en la vigilia de todos los días nos esforzamos por no
heredar, a quienes sigan, un espacio de rencor y afán destructivo.

A cada momento refrendamos nuestra decisión de no imponer a nadie (ni
a nosotros mismos) -aun desde la impunidad de la ausencia definitiva
(tocados por la varita mágica de la muerte, ésa que convierte en
perfecciones lo que no son sino un montón de contradicciones)-, una
serie de cinismos disfrazados de "razones políticas" o de
fundamentalismo disfrazados de "neofilosofía" universal y eterna.

El zapatismo no es una guía para la acción.

Nos empeñamos cada minuto de cada hora de cada día en no predicar ni
promover el culto al "todo se vale", que sólo suele ser una coartada
que justifica el que, en el "todo", vaya incluido el traicionar los
principios.

La razón que nos mueve es ética. En ella, el fin está en los medios.

Queremos, y por eso luchamos cotidianamente contra todo (nosotros
mismos incluidos), poner una piedra más en nuestra casa, la que
queremos toda puertas y ventanas, por la que se pueda entrar, se pueda
salir, mirar y ser mirado, sin más límite que las ganas de hacer una u
otra cosa. Una casa donde no sea un dolor ser mujer, o niño, o
anciano, o indígena, o joven, o gay, o lesbiana, o transexual, o
trabajador del campo y de la ciudad. En fin, un lugar donde no sea una
vergüenza pertenecer a la humanidad.

Queremos seguir luchando como lo que somos, como zapatistas. Así el
mundo nuevo no nacerá sólo de nuestro paso, pero también de él.

Queremos, finalmente, desaparecer. Para eso, y no para otra cosa, fue
que aparecimos.

Por eso en nuestro sueño, nosotros no estamos.

Pies desnudos.

¿Cuál es la velocidad del sueño?

No lo sé.

Pero ahora, en esta madrugada de septiembre, sin más compañía que un
viento helado, con la lluvia tamborileando impaciente en el techo de
la champa, y sumando la nube que porto a la que afuera reposa, se me
ha ocurrido que, tal vez, es la misma velocidad con la que, en mi
sueño, la sombra que soy se desvanece en la otra y amable sombra de la
entrepierna de Ella, mientras con mis labios escribo promesas
imposibles en las plantas de sus pies desnudos…

Desde las montañas del sureste mexicano.

Subcomandante insurgentes Marcos.

México, septiembre del 2004. 20 y 10.

P.D. Aquí termina este programa "científico" del Sistema Zapatista de
Televisión Intergaláctica. Después de un corte anti-comercial,
seguiremos con nuestra programación. No le cambie. (En la pantalla, o
sea en la cartulina, aparece: "Huaraches Yepa-Yepa, el único hurache
g-l-o-b-a-l-i-z-a-d-o, lanza al mercado su nuevo modelo 'Pozol Agrio'
edición limitada, ¡a un precio de sueño! No se aceptan tarjetas de
crédito ni efectivo. Permiso de la Junta de Buen Gobierno número 69.
Aplican restricciones").