miércoles, 18 de julio de 2012

Discurso del Subcomandante Marcos en la UNAM – miércoles 21/marzo/2001

Discurso del Subcomandante Marcos en la UNAM – miércoles 21/marzo/2001



Subcomandante Marcos en la UNAM

A 11 años de que el Subcomandante Marcos se presentó en la UNAM, y
también 11 años de que ahí estuve oyendo su discurso, y pensando y
platicando un poco en la situación política que se vivió antes de las
elecciones del 1o de julio pasado, vinieron a mi mente unas pocas
cosas y me di a la tarea de buscarlo. Lo leí (no puedo decir re-leí
porque la vez anterior lo escuché con la mayor atención que pude en
"Las Islas" de CU) y creo que el espíritu del texto sigue siendo muy
válido para la problemática que se vive ahora en el tiempo
post-electoral. Me gustaría que todos los chamaquitos del #YoSoy132,
que tienen un movimiento muy loable, lo leyeran, porque hace 11 años
la gran mayoría de ellos todavía eran preadolescentes y tenían la
cabeza en otra parte. Pero no lo dejo aquí sólo para todos ellos, lo
dejo para que siga estando disponible y vigente para aquellas personas
que lo busquen. Personas que estuvieron conmigo en aquel miércoles 21
de marzo de 2001, personas que no estuvieron pero que quieren saber lo
que se dijo ahí en ese momento. En fin, personas.

Existen otras pocas páginas que lo tienen, con un texto únicamente en
mayúsculas (lo que creo que dificulta su lectura), por lo que, sin
cambiar nada más que las mayúsculas y minúsculas (para que sea más
fácil la lectura), dejo a continuación el discurso:

Hermanos y hermanas estudiantes y estudiantas de los Colegios de
Ciencias y Humanidades, de la Escuela Nacional Preparatoria, de las
Facultades y Escuelas Nacionales:
Hermanos y hermanas maestros y maestras, investigadores e investigadoras:
Hermanos y hermanas trabajadores y trabajadoras manuales y administrativos:
Universitarios todos:

Es un honor para nosotros los zapatistas estar en la máxima casa
de estudios del país, la Universidad Nacional Autónoma de México.
Porque por mucha publicidad que paguen las universidades privadas,
ninguna de ellas puede ocupar el lugar que la UNAM tiene y que le han
sabido ganar quienes la trabajan, la estudian y la viven.

Les agradecemos a todas y a todos el haber abierto este espacio.

Sabemos que no son pocas las dificultades que han tenido que
superar para que nuestra visita sea una realidad. Sabemos que todas y
todos pusieron su mejor esfuerzo y supieron posponer las diferencias
que son naturales y, además, deseables en una universidad.

Porque la Universidad es eso, un universo de pensamientos que
aprenden a convivir, que no a sucumbir, unos con otros.

Sabemos también que hay heridas profundas en uno y otro lado. No
hemos venido a ahondar las unas o las otras. Tampoco a erigirnos en
juez que dicta sentencia según el voluble jurado de los medios que un
día absuelven y el otro condenan.

Ojalá y quienes no escatimaron críticas y calificativos
despectivos a la UNAM por el movimiento de huelga pasado, hoy
reconozcan que se están sentando ya las bases para un gran proyecto,
tolerante e incluyente, de defensa de la universidad pública y
gratuita.

Allá arriba desean una Universidad atrapada en el falso del dilema
del inmovilismo o la acción irreflexiva. Cualquiera de estas dos
opciones beneficia a quienes han puesto en la mira privatizadora la
educación superior, la energía eléctrica, el petróleo, el patrimonio
cultural, los pueblos indios, la nación entera.

Quienes piensan que la UNAM terminará por desgastarse en pugnas
internas, pronto verán su error.

Aquí, frente a nosotros, están algunos de los mejores hombres y
mujeres de México, estudiantes, maestros y trabajadores, jóvenes en su
mayoría, y sus acciones habrán de despertar la admiración y el
respeto, no sólo de quiénes ya los queremos y admiramos. También de
otros que, como nosotros, luchamos por la dignidad.
Universidad Nacional Autónoma de México: los Zapatistas te saludan.

Universitarios y universitarias:

No vendré yo a decirles lo que cuesta llevar ese nombre sobre el pecho.

Ustedes lo saben bien porque lo llevan con dignidad.

Ese escudo no es sólo la pertenencia a una casa de estudios
superiores. Es también una marca que provocará orgullo o vergüenza en
quien la porta, dependiendo del lugar que en el mañana se ocupe.

Nosotros, quienes somos el color de la tierra, pensamos que la
mejor forma de asomarse al mañana es mirando hacia abajo.

Nuestros más antiguos nos enseñaron que la verdad suele buscar su
nido pegado al suelo, y que la mentira busca las alturas para así
saberse impune y poderosa.

En la tierra que se crece hacia arriba, arriba está el poder del
dinero y abajo está quien sobre su espalda sostiene las torres y, sin
embargo, debe conformarse con recoger las sobras y basuras que de lo
alto vienen.

Abajo está el que somos color de la tierra, el indígena, el
obrero, el campesino, el empleado, el maestro, el estudiante, el ama
de casa, el colono, el intelectual, el artista, el religioso, el
homosexual, la lesbiana, el desempleado, el joven, el hombre, la
mujer, el anciano, el niño.

Abajo está el niño, sí. Sabiéndolo mirar podremos asomarnos al
mañana y entonces podremos optar, escoger, elegir nuestro lugar.

Muchas veces hemos oído que todos, sobre todo los jóvenes, deben
mirar al futuro para hacerse responsables, maduros, adultos.

Miremos pues.

Ahí está: no hay más que números.

Nos marcan con un número. En la adolescencia somos el número de
cuenta en la escuela, en la juventud sumamos, a los 18 años, el número
de la credencial de elector y el número del registro federal de
causantes.

A partir de ahí, la madurez se alcanza sumando más números: el
número de la tarjeta de crédito, el número de la cuenta bancaria, el
número de la credencial de manejo, el número de la tarjeta de
circulación, el número del teléfono, el número del domicilio, el
número de la tarjeta de jubilado y pensionado, el número del INSEN, el
número de preso dentro o fuera de la cárcel, el número del predial, de
la cuenta de luz, del gas, del agua.

Luego seremos número en la encuesta, en la votación, en el índice
de pobreza, en el índice de analfabetismo, en el porcentaje de
accidentes, de enfermedades curables, de preferencias comerciales, de
radioescuchas, de televidentes, de satisfechos consumidores del
detergente marca "la migaja" que todo limpia menos la conciencia.

Sí, si nos asomamos al futuro que allá arriba nos prometen, no
somos lo que somos.

Un número somos. No una historia.

Allá arriba nos dicen que lo más importante es el individuo. Que
hay que preocuparse de uno mismo, no de los demás. Que el cinismo y el
egoísmo son virtudes. Que la bondad y la solidaridad son defectos a
corregir. Que todo lo que sea pensamiento en común, en colectivo, es
indicio de totalitarismo. Que no hay más libertad que la individual y
personal.

Allá arriba nos dicen que sólo importa uno en particular, el uno
que es cada uno, es decir, el uno que es… Un número.

Y, sin embargo, en ese futuro no somos uno, no llegamos a ser
individuos con una historia propia, con virtudes y defectos, con
anhelos y frustraciones, con victorias y derrotas, con sueños y
pesadillas.

No, sólo somos un número.

Valemos como personas no porque luchemos. No porque nos hayamos
construido una historia personal donde la dignidad sea la columna
vertebral y única herencia valorada.

No porque deseemos ser mejores y tratemos de serlo todos y cada
uno de los minutos de todas las horas, de todos los días, de todas las
semanas, de todo los meses, de todos los años.

Valemos como personas si acumulamos más números que el resto.

Seremos reconocidos si escalamos sobre los demás, no junto con los demás.

Por cada hombre o mujer exitosos hay millones sobre cuyo fracaso
se construyó el éxito de uno solo.

Y los argumentos para el éxito son, otra vez, los números: tantos
millones acumulados, tantos millones robados, tantas propiedades
sumadas, tantas propiedades usurpadas.

¿Qué no hay colectivos exitosos? Sí hay, pero como no acumulan
números pues no cuentan.

Porque allá arriba se cuentan números, no vidas ni historias.

Ése es el futuro que nos prometen allá arriba y nos dicen que
somos libres para escoger, no nuestro futuro, sino el número que
tendremos en ese futuro al que hemos sido condenados.

Pero no veamos tanto arriba y regalemos una mirada a lo que abajo hay.

Hay un niño, decíamos. Un niño, no un chiquillo.

Hay un niño que, por ejemplo, se llama Pedro.

Y, por ejemplo, Pedro es mexicano, hijo de padre y madre
mexicanos, nieto de mexicanos, hermano de mexicanos, primo, ahijado y
sobrino de mexicanos.

Y, por ejemplo, Pedro es indígena además de ser niño.

Y por ejemplo, Pedro es pobre, además de ser mexicano, niño e indígena.

Y, por ejemplo, Pedro nació en la montaña y en la montaña aprendió
a jugar, a hablar, a crecer.

Y Pedro tiene una casa pero no nació ni creció ni jugó en su casa
porque en su casa hay unos soldados que, dicen, están ahí para
defender la soberanía nacional que, hasta que no se determine otra
cosa, es la soberanía de México.

Y los soldados defienden la soberanía de México frente a la
amenaza de un niño mexicano, indígena y pobre. El gobierno de México
usa a los soldados mexicanos para defenderse de los niños indígenas
mexicanos. Y es que, dicen allá arriba, resulta que Pedro es un niño
mexicano, indígena y pobre, sí, pero además es zapatista.

Nadie se lo ha preguntado, pero Pedro dice que él es un niño
zapatista, hijo de zapatistas, nieto de zapatistas, hermano de
zapatistas, primo, ahijado y sobrino de zapatistas.

Por eso Pedro nació y crece en las montañas y no en su casa,
porque en lugar de números, ha sumado lo que a los ojos del poderoso
son delitos.

Porque en México ser niño es un delito, ser pobre es otro delito,
ser indígena es un delito más y ser zapatista es el colmo del delito.

Por eso hay soldados en la casa de Pedro, porque Pedro, que tiene
4 años, es un criminal para quienes allá arriba gobiernan.

Pero allá arriba dicen que ya hay cambio democrático, que el 2 de
julio y la madre del muerto, así que han decidido ser generosos y han
dado su sentencia: Pedro puede volver a su casa si se humilla, si
sigue siendo niño y pobre e indígena pero deja de ser zapatista.

Porque si deja de ser zapatista entonces aprenderá a ser un número
que acumula números.

Disculpen si los aburro.

Ustedes son universitarios y universitarias y yo estoy aquí,
haciéndoles perder su tiempo con la historia de un niño que, por
cierto, se llama Pedro en honor a un insurgente zapatista caído en
combate el primero de enero de 1994, cuando el color que somos de la
tierra sacudió al mundo.

Yo estoy hablando de un niño indígena, en lugar de hablarles de la
revolución mundial, la insurrección, la táctica y la estrategia, la
coyuntura, las condiciones objetivas y subjetivas, el parteaguas,
el-pueblo-unido-jamás-será-vencido, el
si-zapata-viviera-con-nosotros-estuviera.

Yo estoy hablando de un niño indígena, en lugar de hablarles del
ponte trucha, del agandalla pa que no te agandallen, del uca, uca el
que se lo encuentra se lo emboruca, del presta pa´la orquesta, del
cumple la ley carnal, pero la de ley de herodes y como quiera te
chingas y te jodes, del rencor estéril, del cinismo hecho carrera con
doctorado incluido, del changarro, del vocho, de la tele, del
pueblo-unido-invariablemente-será-vencido, del
si-zapata-viviera-con-nosotros-se-aburriera.

Pero ustedes son universitarios y universitarias, y los
universitarios y las universitarias son pacientes, generosos,
inteligentes, así que sabrán entender que sólo estoy tratando de
decirles lo que es un zapatista.

Porque nosotros somos zapatistas.

Bien, pues eso somos los zapatistas, los rebeldes que nos negamos
a ser números, los que preferimos ser dignos, los que no nos vendemos,
los que no nos rendimos, los que, cuando queremos ver al futuro, no
miramos hacia arriba buscando un signo monetario; los que, cuando
queremos asomarnos al mañana, miramos hacia abajo, y buscamos y vemos
ahí a un niño y en él buscamos y encontramos, no lo que fuimos, sino
el espejo de lo que seremos.

Por eso, aunque parece que los zapatistas tenemos la mirada baja,
en realidad la llevamos bien en alto, mucho más alto que quienes allá
arriba creen estar muy alto.

Y llevamos la vista en alto porque, cuando hablamos del mañana,
estamos mirando un niño.

Esto es algo que no pueden entender ni los congresistas ni el
foxi-equipo, pero estoy seguro que ustedes, que son universitarios y
universitarias sí lo pueden entender.

Porque, a diferencia de los que están allá arriba, ustedes sí son
inteligentes, que sí no, pues estarían dirigiendo algún organismo
empresarial.

Ustedes sí lo pueden entender porque al mirarnos, están mirando
hacia abajo y han sabido que no somos un número que busca acumular
números, sino apenas un espejo.

Hermanos y hermanas de la UNAM:
Queremos pedirles algo.

A los estudiantes y estudiantas queremos pedirles que estudien y
luchen. Que sin dejar de luchar terminen sus estudios. Que se vayan de
la universidad. Que no se queden en ella. Que la universidad, con todo
y ser universal, es limitada. Que allá afuera hay también otro
universo y son necesarios y necesarias ahí para que luchen ahí. Que
allá afuera estamos nosotros y muchos otros como nosotros. Que con
nosotros tienen un lugar y no un número. Que no hagan de la juventud
que tienen el pretexto para intentar hegemonizar y homogeneizar al
otro alumno, al otro profesor, al otro trabajador, al otro diferente.

A los profesores y profesoras, a los investigadores e investigadoras:

Les queremos pedir que enseñen a aprender. Que vean y enseñen a
ver todo, incluyéndonos a nosotros, con espíritu crítico y científico.
Que enseñen y se enseñen a ver al otro, porque verlo es respetarlo, y
respetar al otro es respetarse a uno mismo. Que no permitan que su
trabajo de docencia e investigación sea tasado según la lógica
mercantil, donde importa el volumen de cuartillas y no los
conocimientos que se producen, donde sólo vale la firma al pie del
desplegado en apoyo al señor rector, donde el criterio para que un
proyecto tenga presupuesto es el número de horas invertido en
audiencias y cortejos a funcionarios grises y analfabetas. Que no
hagan del saber un poder que pretenda hegemonizar y homogeneizar al
otro profesor, al otro investigador, al otro alumno, al otro
trabajador.

A los trabajadores y trabajadoras:

Queremos pedirles que recuerden que ustedes escribieron antes
páginas gloriosas en la lucha por mejores condiciones laborales. Que
no olviden que fueron ejemplo de solidaridad con las causas justas en
México y en el mundo. Que, ustedes lo saben mejor que nosotros, hagan
memoria y vean que el libro de su historia no ha llegado a la página
final todavía.

A todos los universitarios y universitarias:

Que nunca dejen de mirar hacia abajo, que no dejen de buscar un
niño, que no dejen de buscar ni de encontrar un mañana que, como tal,
será colectivo o no será.

Hermanos y hermanas universitarios:

No son pocos los dolores que nos unen. Muchas son las esperanzas
que unos en otros reconocemos. Nuestro deseo como zapatistas es que,
al mirarlos a ustedes y al ustedes mirarnos a nosotros, siempre
encontremos dignidad, que con esa palabra nuestros más antiguos
llamaban al mañana.

Universitarios y universitarias:
Aquí estamos, ustedes y nosotros. Y ustedes y nosotros somos la
dignidad rebelde.
¡Democracia!
¡Libertad!
¡Justicia!
Desde el "Aguascalientes Espejo de Agua", Ciudad Universitaria, UNAM.
Comité Clandestino Revolucionario Indígena-Comandancia General del
Ejército Zapatista de Liberación Nacional.
México, marzo del 2001.

Fuente de la imagen: La Jornada
http://emmalva.wordpress.com/2012/07/18/discurso-del-subcomandante-marcos-en-la-unam-miercoles-21marzo2001/

El 18 aniversario del EZLN

El 18 aniversario del EZLN
Notas Especiales
Escrito por

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Hace 18 años el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN)
irrumpió en la vida pública del país y del mundo. Este primero de
enero la insurrección llega a la mayoría de edad, una madurez política
protagonizada por el trabajo cotidiano de más de mil comunidades
indígenas que organizan su autonomía en un proceso aún incomparable
con los muchos que se levantan a lo largo y ancho del país.


En las cinco regiones de Chiapas declaradas en rebeldía sigue habiendo
un ejército regular levantado en armas. No las usa, es cierto, pues es
vigente el compromiso por la paz que hizo con la sociedad civil desde
los primeras semanas de 1994.

Hace 18 años los zapatistas llegaron para quedarse, a pesar de las
múltiples embestidas militares, paramilitares, de contrainsurgencia,
intelectuales, de medios de comunicación y de partidos a las que
resistieron durante los gobiernos federales de Carlos Salinas, Ernesto
Zedillo y Vicente Fox, y actualmente de Felipe Calderón.

Hace 18 años los zapatistas tzotziles, tzeltales, zoques, mames,
tojolabales, choles y mestizos, hicieron su aparición pública con la
toma de siete cabeceras municipales de Chiapas. No son los mismos los
de entonces y de ahora, como tampoco es el mismo el país que los vio
nacer en la clandestinidad en 1983, el que los recibió la madrugada
del primero de enero de 1994, el que recorrieron de sur a norte en
2006, ni el que en este momento se encuentra hundido en una guerra
"contra el narcotráfico" que ha cobrado la vida de más de 50 mil
personas.

El seis de mayo pasado, en una multitudinaria manifestación, luego de
cinco años de no tener presencia fuera de su territorio, más de 20 mil
bases de apoyo unieron su grito y silencio al reclamo del Movimiento
por la Paz. Su postura fue la misma de hace 18 años: "No estamos aquí
para señalar caminos, ni para decir qué hacer, ni para responder a la
pregunta de qué sigue".

La lucha zapatista no nació ni continuó con reivindicaciones puramente
indígenas. Desde un principio, cuentan, se planteó la lucha nacional.
El teniente coronel Moisés alguna vez explicó que en 1983 se
preguntaban: "¿Cómo le vamos a hacer para conseguir buena salud, buena
educación, buen techo, para todo México? En esos primeros 10 años
adquirimos muchos conocimientos, experiencias, ideas, formas de
organizarnos. Y pensábamos: ¿cómo nos va a recibir el pueblo de México
(porque no le llamábamos sociedad civil)? Y pues pensábamos que nos
van a recibir con alegría, porque de por sí vamos a pelear y a morir
por ellos, porque queremos que haya libertad, democracia y justicia
para todos. Pero al mismo tiempo pensábamos ¿Cómo será? ¿Será que si
nos van a aceptar?"

Fuente: Gloria Muñoz Ramírez

http://www.expresiontotal.com/columna-editorial/el-18-aniversario-del-ezln