miércoles, 30 de septiembre de 2015

Reseña del libro "Iguala-Ayotzinapa y el nuevo despertar antisistémico", de Miguel Ángel Adame Cerón

Reseña del libro "Iguala-Ayotzinapa y el nuevo despertar
antisistémico", de Miguel Ángel Adame Cerón

Luis Eduardo Sánchez Toscano
Rebelión


Los padres, familiares y estudiantes de la escuela Rafael Isidro
Burgos de Ayotzinapa han sido y son los protagonistas de este
despertar al que Miguel alude, han mostrado y demostrado las
experiencias y aprendizajes de este largo peregrinaje desde los
terribles y oprobiosos acontecimientos en Iguala la noche y madrugada
del 26 y 27 de Septiembre de 2014 hasta hoy, hace justamente un año.
Año que -por cierto- se cumple en medio de naturales protestas y
encendidos ánimos en los que no ceja el reclamo de justicia aunado a
la exigencia de presentación con vida de nuestros hermanos
normalistas.

¡Vivos los Queremos! Es el grito que se expande desde Ayotzinapa al
mundo y que en su resonancia ha ido rearticulando, podríamos decir
rezurciendo, las redes de las diferentes resistencias que desde
diversos frentes han sentido antes la garra del Estado con la misma
brutalidad con la que se dejó sentir en Iguala, y que por ello mismo
son capaces de sentir este dolor como propio.

¡Vivos los queremos! Es el grito que también convoca a miles de
conciencias solidarias y sacude a otras tantas miles que quizá por un
freudiano mecanismo defensivo se refugian en la apatía o la
resignación y pretenden negar la realidad decadente que sin embargo no
deja de lastimarnos cada día, cada hora y en cualquier parte de
nuestra vejada nación –si aún cabe la palabra- golpeando con más
sadismo las vidas y cuerpos sobre todo de mujeres, jóvenes, niños y
niñas.

¡Vivos los queremos! Es la consigna que invita con imperativa crudeza
a reconocer que si no intentamos nuevamente dar la batalla organizada
y unificada contra este criminal Estado necropolíticamente configurado
quizá mañana más que nombrar a los ausentes también seremos nombrados.

El libro que compila Miguel Adame nos aporta, desde una perspectiva
crítica y abiertamente militante, valiosos elementos para comprender
el entramado que generó la tragedia de Iguala-Ayotzinapa y además nos
invita a pensar las posibles vías que nos permitan acceder a la
justicia y hacer frente a lo que él define como el forbiano estado
mexicano, haciendo referencia a la cantidad de multi-millonarios que
la revista Forbes ha exhibido en la última década y cuya riqueza se ha
expoliado al salario general de la nación mediante lo que Luis
Arizmendi define como la renta criminal; es decir, riqueza que debería
haberse reflejado en los salarios y calidad de vida de todas y todos
los trabajadores y que va a parar a las arcas del crimen organizado,
acumulación por despojo que para hacerse efectiva debe sostenerse
desde las instituciones del estado en una maraña de corruptelas y
complicidades que implican desde el jefe del ejecutivo (pasando por
SCJ, PGR, SEDENA, Gobiernos estatales y Municipales, Partidos
políticos e INE, Cabezas de organizaciones criminales, Jefes de Plaza,
etc.) hasta al joven halcón reclutado por el narco. En ese sentido,
advierte Miguel, el Estado mexicano no es un estado fallido, sino más
bien un estado en pleno funcionamiento a favor de los capitales
transnacionales, como lo describen los artículos del apartado
Capilares Económicos.

Además de ser diagnóstico y caracterización, la obra de Miguel Adame
ofrece también un colorido mosaico de posicionamientos políticos que
han tomado diversas expresiones de la izquierda mexicana frente a la
barbarie, expresiones no necesariamente coincidentes entre sí pero
convergentes en torno a la necesidad de respaldar y alimentar al
movimiento nacido en Ayotzinapa.

Al igual que el Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad
encabezado por el poeta Javier Sicilia en 2011, este nuevo despertar
se enfila a dirigir la demanda nacional de terminar con la violencia
tanto del crimen organizado como de las instituciones estatales. La
diferencia fundamental entre ambos movimientos es que el de 2011
buscaba la reconciliación nacional y el diálogo con el gobierno en un
intento por sensibilizarlo, además de tener una orientación más bien
clase mediara, nutrida incluso por representantes del sector
empresarial afectados por esa ola sangrienta que inauguró Felipe
Calderón para intentar legitimarse tras las distintas revueltas
ocurridas en el año sexto de este nuevo siglo.

En contraste, el movimiento por Ayotzinapa ancla sus raíces en los
sectores más olvidados por el estado y tiene bien claro que ante un
gobierno insensible y criminal, poco se puede obtener dialogando, lo
que quedó demostrado con los dos encuentros ya ocurridos, donde
nuevamente Peña Nieto ofrece compromisos unilaterales en un inútil
intento por relegitimar su gobierno ante la llamada opinión pública
nacional e internacional. El movimiento por Ayotzinapa se ha
identificado más con diversos sectores populares y sus organizaciones
que con una sociedad civil difusa que rechaza la violencia pero no se
atreve a combatir su fundamento neoliberal y capitalista.

No obstante la diversidad de posiciones que el libro recoge, algunas
más elaboradas que otras, Miguel Adame intenta en sus colaboraciones
una síntesis crítica de ellas, como cuando hace referencia a la tardía
y débil respuesta de López Obrador para explicar cómo diablos "se les
coló" el nefando alcalde de Iguala como candidato en 2012, si bien se
sabe que fue la corriente Nueva Izquierda que domina al PRD -o lo que
queda de él- quien lo impuso en la candidatura, la respuesta del de
Macuspana pareció más un deslinde para evitar un daño a su imagen
antes que para sumarse a la exigencia de Justicia.

Es sabido que López Obrador en su excesiva cautela tarda en
posicionarse ante crisis políticas que involucran represión y
brutalidad como ocurrió en 2006 tras las arteras provocaciones en
Atenco y en Oaxaca. Pertinencia o no del boicot electoral en Guerrero
y en todo México son también algunos de los temas que se analizan en
el compendio de artículos que nos presenta Miguel, debate que se ha
reinventado y reactualizado en cada proceso electoral y que requiere
pensarse desde el mirador de la "autorganización de los oprimidos"
como lo sugiere Guillermo Almeyra.

No deja de ser significativo que el actual periodo de violencia
estatal-criminal se haya instalado tras la fallida transición política
de 2006, como resultado de la alianza que alcanzaron la elite política
y la burguesía dominante para frenar dos fuerzas políticas distintas,
pero igual de peligrosas a sus ambiciosos ojos, la del reformismo
centro-izquierdista de López Obrador por un lado y la del
fortalecimiento de la unidad anticapitalista encabezada por el EZLN,
por el otro.

Diez años después ninguno de estos dos anhelos logra por sí mismo la
fuerza necesaria para derribar al régimen por ninguna de las vías que
han elegido, si bien sus batallas y esfuerzos siguen siendo loables y
valiosos. El movimiento por Ayotzinapa tendrá que analizar si las
fuerzas alcanzadas en este primer año nos permitirán tumbar al
régimen, indiscutiblemente debilitado pero experto en orillar a
movimientos y disidencias al desgaste interno y sus consecuentes
laberintos represivos.

A la gran pregunta del momento ¿Cómo parar la masacre nacional? Se nos
impone primero la resolución de otra ¿Cómo unificar las luchas en una
sola estrategia? ¿Cómo sortear el ciclo de la derrota que de coyuntura
en coyuntura pretende imponer el régimen? Ese es el principal reto por
venir y por cuyo motivo es necesario fortalecer esta lucha y apremiar
en la re articulación que gracias a la dignidad y fortaleza de los
padres y familiares de los normalistas, de sus amigos y compañeros de
la Isidro Burgos se nos planeta como horizonte posible.

El libro de Miguel Adame es una antología de textos escritos para
diferentes medios electrónicos e impresos, políticos y académicos,
entre los meses de octubre de 2014 a marzo de 2015. Seis meses después
no ha perdido actualidad, más bien al contrario, el informe del Grupo
Interdisciplinario de Expertos Independientes de la CIDH viene a
confirmar con datos duros los análisis y señalamientos que contiene,
por lo cual sus reflexiones son más vigentes ahora que cuando fueron
escritas. Ello no puede decirse de otras obras que desde una
pretendida neutralidad terminaron por cobijar las versiones
"históricas" oficiales, c o mo es el caso de la obra del periodista
Esteban Illades, La noche más triste, hoy totalmente desacreditada.

Ante este tipo de eventos la neutralidad no existe, pues como sostiene
Ramón I. Centeno parafraseando a Zizek "para poder acceder a la verdad
primero hay que tomar partido". A un año de los lamentables hechos en
Iguala no nos queda más camino que avanzar, como señaló una madre tras
el diálogo infructuoso del pasado 24 de septiembre, volver perder el
miedo y avanzar. Y como rezaba el lema del periódico gramciano en la
antesala fascista: "Instruyamonos, por que necesitáremos de toda
nuestra inteligencia; agitemonos, porque necesitáremos de todo nuestro
entusiasmo; organicemonos, porque necesitáremos de toda nuestra
fuerza".
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=203861

La enseñanza de Ayotzinapa x Omar García

La enseñanza de Ayotzinapa
x Omar García
Para este sobreviviente de la masacre, Ayotzinapa es el punto de no
retorno, la coyuntura que no termina, el factor que nos une, la
posibilidad de articular la lucha

El 26 de septiembre de 2014 fueron los gritos de indignación e
impotencia de los estudiantes frente a los disparos de policías y
militares. Al día siguiente fueron los gritos de los padres que junto
con los estudiantes y abogados, en aquella Normal Rural, se ponían de
acuerdo para ir a buscarlos a Iguala. También se encontraba la
población de los alrededores y las personas que escucharon a través de
las noticias lo ocurrido.

No era la primera vez que nos perseguían, al día siguiente del
acontecimiento padres de familia y estudiantes asumieron que tampoco
sería la última. Tampoco eran ellos los únicos luchando, había más
desde hacía años por las mismas razones y por otras distintas. Solo
por eso se encontraban en una disyuntiva: caminar solos o acompañarse
de un México dolido y con deseos de transformarse.

Igual que otros movimientos, los padres de familia, cuyos hijos
desaparecidos eran también hijos de Ayotzinapa, afirmaron a México y
al mundo que sus #43 muchachos no eran los únicos desaparecidos en el
país, y que al igual que ellos había miles y miles de familias
sufriendo el mismo dolor. No se limitaron a eso, expresaron también
que la desaparición forzada no es el único problema en el país, sino
que hay miles de problemas que el Estado mexicano, no puede, ni quiere
resolver.

En ese espíritu, desde principios de octubre se llamó a organizaciones
e individuos del país a participar en un gran movimiento que buscara
primordialmente a nuestros #43, pero también para trasformar el país y
garantizar que aquel grito que el gobierno pretendía aislar, se
extendiera por todo el territorio nacional y de ser posible, al mundo
entero; pero también para que no fuera solamente el grito de unos,
sino el grito de todos y todas, para que no fuera solo un grito de
indignación, sino un quehacer organizativo; para que aquello que no
había empezado como un movimiento por trasformar el país tuviera la
posibilidad de convertirse en un movimiento incluyente donde quienes
se identificaran y quienes no, supieran que estábamos dispuestos a
caminar sin ponernos obstáculos entre nosotros, pues el enemigo no son
los movimientos, sino el sistema.

Y fue tan grande la rabia del pueblo mexicano, que mostró su dignidad
y su apreciación de la realidad social del país; fue tan hábil su
actuar que cuando el gobierno vino con su primera mentira el 5 y 6 de
octubre, ellos no se dejaron engañar y mostraron al mundo su primera
enseñanza: desconfiar del Estado ante la afirmación de que aquellos 28
cuerpos encontrados en cinco fosas de Iguala, eran de los estudiantes.

Padres de familia y estudiantes llamaron a peritos independientes,
cuyos análisis dieron al traste con la primera mentira. La burla del
Estado y su incapacidad para investigar y resolver problemas se hizo
evidente a los ojos de la población nacional e internacional; la
"credibilidad" del Estado se vino abajo. El Estado intentó
criminalizarlos, dividirlos, resignarlos, pero no lo logró y atacó
vilmente a quienes nos solidarizamos con su lucha, pero no nos
vencieron. Luego de su mentira histórica, los familiares de los #43 y
el movimiento, soportaron el dolor de ver cómo muchos le creyeron a
Murillo Karam y tuvieron que esperar casi ocho meses para derrumbar
esa mentira con la intervención y el informe del GIEI.

Con cada golpe que el Estado ha dado, el movimiento social ha sabido
dar una respuesta. Miles y miles de personas se identificaron con los
padres de familia porque son familiares también de otras víctimas de
desaparición forzada, que levantaron la frente, igual que nosotros, y
emprendieron una búsqueda que lejos está de terminarse. Padres y
estudiantes nos hablaron fuerte, y al hacerlo, México y el mundo
comenzó a hablar fuerte también.

Porque no era una mentira lo que los padres decían al mundo, no se
inventaron que en México la situación para el pueblo iba de mal en
peor. Ellos nos recordaron el 68, el 71, Acteal, Aguas blancas, el
Charco, Atenco, Pasta de Conchos, Guardería ABC, las muertas de
Juárez, Tlatlaya, y nos anunciaba Apatzingán, San Quintín, Tanhuato,
Ostula, la Narvarte…

Nos sacudieron la cabeza y supimos de la corrupción, de la impunidad,
del narco-Estado que no permite la manifestación y la crítica; y que
lo mismo asesina a estudiantes y maestros, a intelectuales y
periodistas, a hombres y mujeres. Son quienes trafican niños y niñas,
culpables de enriquecerse a costa del pueblo, como es el caso de la
casa Blanca y también de la censura en general de voces críticas como
la Aristegui de MVS Noticias.

Los padres y estudiantes hablamos de la descomposición de las
relaciones sociales, a nivel macro social, pero también a nivel micro;
decimos que el silencio es cómplice de tanta muerte pero también, nos
motivaron a salir por millares a las calles, algunos con experiencia
previa, otros por primera vez; algunos con las formas tradicionales de
protesta, otros con la música, el teatro, el arte en general, y así
sensibilizaron a miles más y poco a poco asumimos que la situación
debe cambiar. Todo eso resumido y al mismo tiempo extendido en las
páginas de un año de lucha.

Pudimos ver que en la voz de los padres estaban no solo sus hijos
desaparecidos, sino también el México perdido que comenzaba a
encontrarse en los ojos de unos padres y estudiantes campesinos. Por
eso su voz y su lucha ya no les pertenecían, sino que era lo que
"muchos queríamos decir y no podíamos", lo que muchos ya gritaban y el
resto ignoraba, como las compañeras de Ciudad Juárez.

La voz y la lucha de los padres pasaron a ser la lucha multisectorial,
la de los miles de individuos con sus problemas diversos, con sus
diversas formas y vías de afrontarlos. Hoy más que nunca debe
quedarnos claro que no puede haber luchas aisladas, porque al aislarse
se vuelven anónimas, lejanas, fáciles de derrotar.

El caso Ayotzinapa nos advierte categóricamente lo siguiente: Si un
problema tan ampliamente difundido y abrazado por la solidaridad del
pueblo, no ha sido resuelto, mucho menos tendrá posibilidad de ser
resuelto si son problemas que no se ven y casi nadie conoce, y lo que
es peor, aquellos con los que es difícil simpatizar e identificarse.

Ayotzinapa nos enseña que estamos ante un adversario poderoso y sin
vergüenza, sin principios y sin humanidad. Porque de Ayotzinapa se
supo en cada rincón de este país, se supo en el mundo entero y no por
eso se ha resuelto el problema de las desapariciones forzadas. Lo que
nos enseña en fin no es nada nuevo, es lo que muchas organizaciones e
individuos han venido afirmando años atrás, lo que nos dicen, aunque
con matices distintos, los zapatistas, la Constituyente Ciudadana,
Cherán, Oaxaca, Michoacán, Atenco, etc. Pero debe quedarnos claro que
no basta todo lo hecho, que no basta el grito, que no bastan las
intenciones; porque no somos todos ni esto es todo, queda mucho por
hacer todavía.

Las investigaciones no avanzan, no hay nadie que se haga responsable,
no han aparecido nuestros compañeros y las desapariciones, la
violencia, la corrupción y la manipulación continúan. Ahí están los
partidos y el gobierno, ahí está el enorme aparato de los medios de
comunicación y parte de la población que los sigue y legitima. Ahí
estamos todos nosotros frente a ellos, retomando el vuelo, tomando el
artículo 39 en nuestras manos, en nuestros corazones y manifestando
nuestra posición como organizaciones y mexicanos de a pie que queremos
participar en los procesos de cambio.

Para mí, es Ayotzinapa el punto de no retorno, la coyuntura que no
termina, el factor que nos une, la posibilidad de articular la lucha y
de entablar relaciones con las fuerzas políticas y sociales del país
que difieren en las formas, pero no en los objetivos.

Quienes participamos y hemos acompañado a los familiares de los #43
desaparecidos de Ayotzinapa sabemos y proclamamos nuestra solidaridad
hasta que los estudiantes aparezcan, hasta garantizar que hechos como
los de Iguala hace exactamente un año no vuelvan a repetirse, es
decir, hasta cambiar la forma de gobierno de nuestro país y el sistema
. No ha habido un movimiento social tan grande desde el 132, con esta
movilización también cambió la imagen de Peña Nieto.

A un año les decimos fuerte que NO DESCANSAREMOS HASTA ENCONTRARLOS.
¡PORQUE VIVOS SE LOS LLEVARON ¡¡VIVOS LOS QUEREMOS!

CALPU

http://www.lahaine.org/mundo.php/la-ensenanza-de-ayotzinapa

Ayotzinapa y el fin del narcoestado

Ayotzinapa y el fin del narcoestado

Arsinoé Orihuela
Rebelión

En entrevista con RompevientoTV, Omar García, sobreviviente de la
masacre de Iguala, perfiló un horizonte sugerente para el movimiento
por Ayotzinapa: "[Transitar] de un movimiento por los desaparecidos a
un movimiento por la transformación del país". Este planteamiento, que
ciertamente yace en germen en el ánimo nacional (excepto en el de las
oligarquías, políticos tradicionales, fuerza castrense de alto rango,
y ciertas clases medias acomodaticias) es la condensación de una
consigna que hoy tiene un eco global: la conversión del ciudadano
desposeído en sujeto político de cambio. Eso que Syriza arrebató a los
griegos, o que otros gobiernos de presunta genealogía popular han
robado a sus bases, es decir, la titularidad de la política, en
Ayotzinapa es un componente activo, cuyo brío va en ascenso.
"Ayotzinapa es una coyuntura… Ayotzinapa es la posibilidad de cambiar
mucho". ¿Qué es eso que Ayotzinapa tiene posibilidad de cambiar? La
red de relaciones e intereses que rigen los destinos del país. Luis
Hernández Navarro aclara: "Lo que la tragedia de Ayotzinapa ha puesto
en claro es hasta dónde el país está invadido por este mal
(narcopolítica), hasta dónde nuestras instituciones de representación
política y de procuración de justicia están capturadas por el crimen
organizado" (http://rompeviento.tv/RompevientoTv/?p=2581).

Ayotzinapa tiene una relevancia mayúscula para la vida pública del
país: significó una confesión involuntaria de la simbiótica relación
crimen-Estado. Hasta antes de la masacre habían fuertes sospechas
acerca de las componendas entre las instituciones y la delincuencia.
Después de los hechos en Iguala el país cobró conciencia del alcance
de ese compadrazgo. El Estado quedó desnudo, expuesto crudamente sin
las acostumbradas indumentarias ritualísticas o protocolarias. Bien
dicen que no es lo mismo desconfiar de una pareja sentimental que
encontrar a esa pareja en el acto de infidelidad. El segundo escenario
obliga a la decisión o a la acción o a las dos.

De esta circunstancia resulta una doble lección.

La primera lección es que el Estado mexicano no es un Estado fallido
sino un Estado criminal –un narcoestado–. El Estado –se dijo en otra
ocasión– "es el responsable de los crímenes en Guerrero por dos
razones: uno, porque involucra directamente a personal estatal en los
actos represivos-delictivos; y dos, porque el Estado es el facilitador
de las empresas criminales, suministrando, a través de las políticas
que impulsa, la trama legal e institucional que permite el libre
albedrío de los negocios privados, aún allí donde tales intereses
particulares entrañan altos contenidos de criminalidad, horror e
ilegalidad" (http://lavoznet.blogspot.com/2014/11/fin-al-narcoestado.html).

Los incidentes en Iguala confirmaron una hipótesis: que el narcoestado
es el modo de organización de los intereses dominantes en México, y
por consiguiente el responsable de los crímenes de lesa humanidad que
enlutan al país.

La segunda lección es que es una falacia (dolosamente inculcada) que
en México "el pueblo aguanta eso y más". Principalmente las élites y
clases gobernantes han cultivado la idea de un México dócil,
resignado. Falsa y vil es esa leyenda negra. Recientemente el
Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad (MPJD) lo enunció con
rabia bronca: "¡Estamos hasta la madre!". Después irrumpió en el ágora
cibernáutico un #YaMeCansé viral. Y ahora el movimiento por Ayotzinapa
exclama con tacto político e indignación: "No nos van a callar".

En su columna Navegaciones, Pedro Miguel desaprueba esta sugestión
falsaria de un México presuntamente amnésico e insensible; sugestión
que se delata en los incontables episodios insurgentes de la historia
política nacional: "Nos queda claro que en las horas posteriores a la
atrocidad ustedes (gobernantes o 'a quien corresponda') pensaron como
piensan siempre: que los muertos y los desaparecidos eran unos
pelados, unos muertos de hambre, unos indios de la prole que no iban a
importarle a nadie y que el país se iba a quedar contento con la
explicación de que aquello era un incidente menor y un asunto local…
El agravio sí importó y fue sentido en carne propia por millones de
otros proles, de otros indios pelados, y recorrió el país y llenó las
calles y las plazas, y junto con él cundió la convicción de que la
barbarie no obedecía a la mera acción de un alcalde enloquecido y
cooptado por la delincuencia, sino que involucraba, necesariamente, a
las esferas superiores del poder público"
(http://www.jornada.unam.mx/2015/09/24/opinion/041o1soc).

"Estos paréntesis de movilización remiten a una feliz conjetura: a
saber, que la población no ha consentido ni claudicado ante la
dominación, aún cuando el enemigo es un régimen de terror
escrupulosamente dirigido e impulsado"
(http://lavoznet.blogspot.com/2014/10/ayotzinapa-o-la-banalidad-de-la.html).

Ayotzinapa es la posibilidad de poner fin a un estado de cosas que se
basa en el binomio crimen-Estado. Es la posibilidad de romper los
impúdicos pactos de impunidad. Es la oportunidad de mandar al carajo
la simulación, la espuria normalidad democrática de las instituciones
y sus monjes ideológicos, los endémicos mecanismos de defraudación del
Estado, los añejos vicios de un sistema basado en el clientelismo, el
influyentismo, el autoritarismo. De poner fin al neoliberalismo y su
criatura vernácula: el narcoestado.


Blog del autor:
http://lavoznet.blogspot.com/2015/09/ayotzinapa-y-el-fin-del-narcoestado.html
Leido en: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=203881

Ayotzinapa y la razón de estado

Ayotzinapa y la razón de estado

Rafael de la Garza Talavera
Rebelión

Acuñada por Maquiavelo para explicar las medidas extraordinarias que
aplica un gobernante para mantener su poder, la razón de estado se
justifica gracias a la idea de que la existencia del estado es un
valor que está por encima de los derechos sociales o individuales.
Así, el estado puede justificar sus acciones independientemente de que
sean legales o ilegales, legítimas o ilegítimas. Soporte del estado
liberal contemporáneo para mantener la dominación capitalista, la
razón de estado no es otra cosa que la justificación de la violencia
institucional, de los crímenes de lesa humanidad, de la corrupción y
los fraudes electorales (recuérdese el fraude patriótico de 1988).

Utilizar el concepto de razón de estado para comprender las acciones
del gobierno encabezado por Enrique Peña Nieto, sin el afán de
justificarlo, puede servir para comprender la dinámica de la respuesta
estatal a la desaparición de los 43 estudiantes normalistas de
Ayotzinapa y de la ejecución extrajudicial de seis estudiantes, a los
que hay que sumas 40 heridos, algunos de ellos de extrema gravedad. Lo
que está en juego no es solamente la maltrecha legitimidad de Peña
Nieto y su grupo para mantenerse en el poder, coordinando y
beneficiándose de la venta de los recursos naturales y humanos. Además
está en juego la legitimidad de las fuerzas armadas, actor clave en la
noche de Iguala pero también actor clave en la política exterior
estadounidense, materializada en el Plan Mérida y el Tratado del Libre
Comercio de América del Norte (TLCAN). Frente a la pérdida de
popularidad de Peña Nieto y la creciente ola de protestas a lo largo y
ancho del país, las fuerzas armadas devienen un actor central para
mantener condiciones mínimas para mantener el saqueo y el robo
sistemático.

De las investigaciones realizadas por el Grupo Interdisciplinar de
Expertos Independientes (GIEI) para esclarecer los hechos en Iguala y
Cocula hay un elemento que se destaca: el papel que jugó el ejército.
Si bien no existen pruebas fehacientes de la participación directa del
27 Batallón de Infantería, del informe presentado por el GIEI se
infiere que el comandante a cargo del mencionado batallón, coronel
José Rodríguez Pérez, estuvo al tanto de todas los detalles de la
operación efectuada por fuerzas policiacas locales. En el resumen
ejecutivo del Informe Ayotzinapa el GIEI señala que, de acuerdo a "...
un documento oficial de Protección Civil de la coordinación de
Chilpancingo se señala que no tienen acceso a información a partir del
C-4 en ciertos momentos esa noche porque la comunicación está
intervenida por Sedena" y se agrega que en varios momentos del ataque
a los estudiantes estuvieron presentes efectivo del ejército y la
policía federal.

Las reiteradas peticiones del GIEI para entrevistar a elementos del 27
Batallón han sido ignoradas sistemáticamente por el gobierno federal,
lo que sin duda pretende evitar cualquier filtración de información en
lo relativo a la presencia y accionar de los elementos en cuestión.
Pero en el resumen ejecutivo del GIEI se establece que, dado el número
de efectivos policiacos fue necesaria la coordinación de los
operativos, es decir, de un mando central que diera las órdenes.
Tomando en cuenta el protocolo de seguridad vigentes en el país, la
coordinación de los mandos policiacos viene desde los cuarteles por lo
que resulta bastante probable que dicha coordinación fuera realizada
por mandos militares o que, al menos, ellos estuvieron al tanto de
todo a lo largo del operativo dejando que se desarrollaran los
acontecimientos sin que interviniera para proteger a los estudiantes.

Si a lo anterior se agrega que el GIEI sugiere que el móvil del ataque
a los estudiantes fue el tráfico de drogas (el quinto autobús contenía
droga en tránsito a la frontera) las consecuencias de involucrar al
ejército en el operativo son enormes. No sólo habría coordinado las
acciones de la policía para operar el ataque sino que además lo hizo
para proteger los negocios del narco, cosa que no sería una novedad en
la historia del narcotráfico en México. Baste recordar al otrora
todopoderoso zar del narcotráfico, el general José de Jesús Gutiérrez
Rebollo, quien aplicó dicha estrategia a favor del Cártel de Juárez a
finales de los noventa, para presentar resultados en la supuesta lucha
contra el narcotráfico y que a la postre significó su caída y
encarcelamiento.

Todo lo anterior apunta a señalar al ejército como un actor clave en
los sucesos del 26 de septiembre de 2014. La 'verdad histórica' no
tiene otro objetivo que deslindar a los mandos militares de cualquier
intervención en el operativo, a pesar de que estuvieron enterados de
la situación todo el tiempo y de su largo historial de corrupción y
tráfico de influencias. La razón de estado, en este caso, está
dirigida a proteger a una institución clave del estado mexicano para
mantener al país alineado a la dinámica militarista para mantener el
saqueo de sus recursos naturales. En el contexto de la cuarta guerra
mundial es indispensable para el estado mexicano proteger a costa de
lo que sea -incluso del desprestigio creciente del entramado
institucional y de los partidos políticos, así como de la popularidad
de Peña Nieto y su grupo- la imagen de las fuerzas armadas. De ellas
dependen cada vez más para mantenerse en el poder. Y ésa si que es una
verdad histórica del estado liberal en México y en el mundo.

Blog del autor:
http://lavoznet.blogspot.com/2015/09/ayotzinapa-y-la-razon-de-estado.html
Lo leí en: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=203842