martes, 18 de marzo de 2008

Activismo estudiantil; las verdades, los mitos...


Apro / Patricia Dávila México

Se asumen como grupos “radicales”, pero rechazan ser guerrilleros. Su
activismo, afirman, es pacífico, pero enfocado a las causas sociales o
en defensa de los “oprimidos”.

Así, luchan por la liberación de “presos políticos y de conciencia”,
apoyan a los afectados por la represión en Atenco, forman brigadas
médicas y de alfabetización en zonas “desprotegidas”.

Son los autonombrados “colectivos” estudiantiles de la UNAM.

Tres están establecidos en la Facultad de Derecho, cinco en Economía,
cinco en Trabajo Social, ocho en Ciencias Políticas y Sociales y al
menos 12 en la Facultad de Filosofía y Letras.

En esta última, diez de estos colectivos ocupan cubículos o “espacios
liberados”.

Otros grupos, como Cátedra Simón Bolívar y Cine Club Benkos Bioho, no
tienen espacios fijos, pero ello no les impide realizar sus actividades:
proyectan películas y documentales y organizan mesas redondas y
conferencias. Por ejemplo, en enero pasado, la Cátedra Simón Bolívar
invitó al embajador de Venezuela en México, Roy Chaderton, a dictar una
conferencia.

Todos los colectivos emiten boletines, tienen páginas electrónicas o
blogs, y algunos incluso publican de manera regular sus propias
revistas, como Revuelta, que cada dos meses edita el Comité Cerezo. En
estas publicaciones abundan artículos sobre violaciones a los derechos
humanos y aparecen análisis sobre organizaciones “revolucionarias” como
el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) y las Fuerzas
Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).

El interés por “organizaciones revolucionarias” también lo comparten
otros estudiantes de la UNAM que no necesariamente militan en estos
grupos. Un dato lo refleja: en los archivos de la Biblioteca Central de
la UNAM están registradas 669 tesis de licenciatura y maestría sobre
temas relacionados con movimientos armados en Colombia, Venezuela,
Ecuador, Nicaragua, El Salvador y México.

Algunos títulos son específicos: Problemáticas latinoamericanas: el
desplazado por la violencia y el conflicto armado y su representación
social en la población receptora; EPR: guerrilla o terrorismo; Cultura
política y autoritarismo en Bolivia, Colombia y México: una perspectiva
comparada; y Las dificultades que enfrenta el Estado colombiano en el
proceso de pacificación (Fuerzas Armadas Revolucionarias de
Colombia-Ejército del Pueblo, FARC-EP), entre otros.

En la tesis titulada La vigencia del ideario bolivariano en nuestra
América: los procesos de Colombia y Venezuela, destaca un párrafo: “la
política que ha venido realizando el Gobierno (colombiano) se ha
encaminado a posicionar cada vez más el proyecto de la ultraderecha (…),
busca salir de la recesión económica en que se encuentra Colombia a
costa de lo que sea, destruir las bases de resistencia militar y
derrotar militarmente a la insurgencia”.

Esta tesis fue registrada en la UNAM el 2 mayo de 2005. Fue escrita por
Mariana López de la Vega, quien junto con Dagoberto Díaz y Juan González
–quien murió en el campamento de las FARC en Ecuador– es señalada en un
documento de inteligencia del Gobierno colombiano como dirigente del
Núcleo Mexicano de Apoyo a las FARC.

Proceso realizó un recorrido por la Facultad de Filosofía y Letras.
Constató que los colectivos Comité Cerezo, Carlos Marx, Tina Modotti,
Niucame, video-ludoteca Víctor Jara, Los Pingüinos, el Smaliyel y
Galería Autónoma –estos tres últimos dedicados a apoyar al EZLN– tienen
cubículos propios.

Un par de colectivos de esta facultad adoptaron incluso el nombre del
espacio que ocupan: Cubículo 201 y Cubículo 301.

El punto principal de reunión en esta facultad es un área abierta,
ubicada en el acceso al edificio. Se le conoce como el “aeropuerto”,
pues, dicen, es “el lugar donde aterrizan las ideas”. En una de sus
paredes hay un periódico mural con tres mensajes: “(Álvaro) Uribe
(presidente de Colombia) es un asesino”; “Por siempre Fidel” y “¿Quién
es Lucía Andrea Morett? Alumna de excelencia (…) interesada en la
investigación de movimientos sociales en América Latina (…) Se estaba
documentando para empezar a redactar su proyecto de tesis: el teatro de
creación colectiva en América Latina: dos casos, Cuba y Colombia”.

A un lado del “aeropuerto”, la Cooperativa Smaliyel ocupa un cubículo
“liberado”. Dentro, cuelga del techo una manta roja con el letrero
“Ejército Zapatista de Liberación Nacional”. Tres estudiantes venden
dulces, galletas y café producido en Chiapas. En un estante están
acomodados libros y revistas. Saltan a la vista un libro de cubierta
rosa titulado Comandante Zero, varios ejemplares de la revista Rebeldía
y folletos con la leyenda “Hasta siempre comandante Ramona”.

Los colectivos

Un documento titulado Grupos radicales colectivos universitarios –que se
encuentra en el sitio del Comité Cerezo en internet– ofrece una
radiografía de estos colectivos, en la que aparecen además los nombres y
fotografías de sus dirigentes.

En la Facultad de Filosofía y Letras aparece la Asamblea del CGH Che
Guevara, cuyos principales dirigentes son Emilia Cerezo Contreras,
Francisco Cerezo y Mayra Valenzuela Rojas, también conocida como La Mamá
Toronja. Este grupo también se hace llamar Colectivo Estudiantil
Rebeldía y Conciencia.

Según el documento, “su activismo político se ha enarbolado en
diferentes banderas de lucha, dirigidas a la realización de un Congreso
Universitario Democrático y Representativo que cuente con la mayoría
representada por el sector estudiantil; la libertad de presos políticos,
de manera específica la de los hermanos Cerezo Contreras; el
cumplimiento a los acuerdos de San Andrés Larráinzar; apoyo del EZLN;
así como los identificados con la lucha de las Fuerzas Armadas
Revolucionarias de Colombia-Ejército del Pueblo (FARC-EP)”.

El Colectivo Manantial, de la misma facultad, es encabezado por René
Hernández González, Libertad Argüello, Alejandro Franco Flores y Miguel
Ángel Cruz Cervantes. “Tiene vínculos con el perredista Martí Batres
Guadarrama”, se anota en el documento.

Y en “el aeropuerto” de Filosofía y Letras se ubica a la Fracción de la
Corriente en Lucha del CGH, con diez activistas, encabezados por Armando
Gómez Martí, Alfredo Martínez Ramírez y Gabriel Ramos Carrasco.

En la misma fuente se establece que la Facultad de Derecho alberga a
cuatro grupos, pero sólo se mencionan los nombres de tres:
Contracorriente, Colectivo Estudiantil y Fracción del Frente Zapatista
de Liberación Nacional.

Su perfil: “Radicales que orientan su activismo a la realización de
acciones contestatarias a las políticas reformistas del Estado,
particularmente en materia educativa, indígena y económica. Su
estrategia de operación es la instalación de mesas de discusión, foros,
conferencias, elaboración de periódicos murales, abarcando
principalmente conflictos coyunturales”.

El colectivo Contracorriente está integrado por 35 estudiantes. Sus
dirigentes son Erick Argüello Mothelet, Adrés Paulino Arlet, Omar García
Contreras y Aura Martínez. Su base de operaciones, el cubículo D-301.

Otros 30 estudiantes integran el Colectivo Estudiantil, dirigido por
Laura Violeta Chávez Guadarrama, Humberto Rosas Vargas, Marco Macías
Iglesias y Édgar Sánchez González. Ellos acondicionaron su sede, el
cubículo D-201, con servicio de café internet y papelería a bajo costo,
“que han utilizado para ganar adeptos entre la comunidad estudiantil”.
También cuentan con el local comercial 15 de Plaza Copilco, donde venden
cerveza, dulces y cigarros.

Según el documento, cinco colectivos realizan actividades en la Facultad
de Economía. Comparten objetivos como “manifestarse en contra de las
reformas de la privatización de la industria eléctrica y del área de
comercio de América-Plan Puebla Panamá”. Además, rechazan “la guerra de
Estados Unidos contra Iraq”.

Estos colectivos utilizan el auditorio Ho Chi Minh, aunque también
ocupan otras instalaciones de la facultad, como el salón 104.

Otros grupos son: la Corriente en Lucha, dirigida por Mario Flavio
Benítez, El Gato; Salvador Ferrer Ramírez (profesor de Ciencias),
Gilberto Ramírez Lazcano, José Alfredo Domínguez Chávez y Rebeca Peralta
Mariñelarena; y la Unión Juventud Revolucionaria de México, dirigido por
Alberto Pacheco Guízar, El Diablo, José Eduardo Amador, Agustín Ávila
Romero y David Ángel Lozano Tovar (los dos últimos profesores de esta
facultad). Los integrantes de este núcleo actúan también en Ciencias
Políticas y Sociales, donde venden libros.

Enraizados en esta última facultad, destacan los siguientes colectivos:
Conciencia y Libertad, dirigido por Alejandro Echevarría, Consuelo Soria
Arenas, Lázaro Minero Arellano y Aldo Reyes Rivera. “Su poder de
convocatoria es de 15 a 20 personas”, apunta el documento. Y agrega: “En
este colectivo confluyen los narcopunks del Centro Libre de
Experimentación Teatral y Artística (CLETA) y la Corriente en Lucha.
Impulsan el trabajo comunitario en distintas zonas indígenas del país a
través de la Brigada Universitaria Interdisciplinaria de Trabajo (BUIT)”.

– Frente de Lucha Estudiantil Julio Antonio Mella (FLE-JAM), dirigido
por Gerardo González Altamirano, Jorge Alberto Martínez Valero, Rubí
Yepes y Jorge Ortiz Sánchez. “Es de ideología radical y tendencia
marxista-leninista (…) Mantienen simpatía por los movimientos
revolucionarios que fueron encabezados por Lucio Cabañas y Genaro Vázquez”.

– Comité Estudiantil Universitario, cuyos principales representantes son
Carlos Chávez Becker y el profesor Arturo Chávez López. El documento
señala que, “como consecuencia de su vinculación con el PRD, su
popularidad en la facultad se ha reducido”.

– Rebeldía, integrado por ocho personas y dirigido por Juan García
Pérez. “Sus demandas están enfocadas a esclarecer el asesinato de las
mujeres en Ciudad Juárez, Chihuahua. Tienen vínculos con estudiantes de
la Facultad de Medicina, con quienes impulsan un proyecto de salud para
atender a la comunidad indígena loxicha de Oaxaca. Se ubican en los
salones A-110 y 109”, apunta el citado documento.

“Criminalización”

En el ataque del ejército colombiano al campamento de las FARC en
Ecuador, murieron tres estudiantes de la Facultad de Filosofía y Letras:
Verónica Natalia Velázquez Ramírez, Fernando Franco Delgado y Juan
González del Castillo. Ellos eran integrantes de los colectivos Cátedra
Simón Bolívar y Cine Club Benkos Bioho, ambos coordinados por Lucía
Andrea Morett Álvarez, quien resultó herida.

Entrevistado por Proceso, Francisco Cerezo Contreras, dirigente del
Comité Cerezo, rechaza que el activismo de estos grupos estudiantiles
tenga por objeto favorecer a grupos armados como el Ejército Popular
Revolucionario (EPR), el Ejército Revolucionario Popular Insurgente
(ERPI), el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) o las FARC
de Colombia.

Pone como ejemplo a su propia organización, la cual nació en 2001, a
raíz de la detención de sus hermanos Alejandro, Héctor y Antonio
–estudiantes de la UNAM–, acusados por el Gobierno de Vicente Fox de
estar involucrados en la detonación de petardos en tres sucursales de
Banamex de la Ciudad de México.

Comenta que una vez que el caso de sus hermanos se “agotó
jurídicamente”, el comité mantuvo sus actividades, pero como
organización de derechos humanos especializada en documentar casos de
“presos políticos y de conciencia” en el País.

“Tenemos alrededor de 500 presos de este tipo, de los cuales unos 300
siguen recluidos. Han sido liberados más de 500, sobre todo después de
las represiones masivas en Oaxaca y en Atenco (2006) y contra los
altermundistas en Guadalajara (2003). Hasta la fecha hay algunos que aún
no son sentenciados”.

– ¿Todos estos casos han sido relacionados con la guerrilla?

– No. En realidad en México sólo se reconocen cuatro presos políticos,
es decir, que han intentado cambiar el sistema mediante el uso de la
violencia. Son Jacobo Silva Nogales, Gloria Arenas –quienes se asumen
como miembros de ERPI–, José Luis Durán Mata y Sergio Bautista Martínez,
miembros del EPR.

Señala que desde 1968 el Gobierno mexicano ha utilizado la estrategia de
“criminalizar la lucha social”. Así, señala, “trata de vincular con
grupos insurgentes a las organizaciones sociales, a los colectivos
estudiantiles y recientemente a las organizaciones de derechos humanos”.



¿Investigadores sociales o seguidores de las FARC?


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MÉXICO. Un estudiante de la UNAM protestó frente a la Embajada de
Colombia, el miércoles, por la muerte de sus compañeros.
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Marzo 16, 2008

La colorida pintura de un sonriente Simón Bolívar y la frase “No hay
mejor medio de alcanzar la libertad que luchar por ella” da la
bienvenida al cubículo de la Cátedra Simón Bolívar, en la Facultad de
Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

Es un cuartito que está cerrado bajo llave. Los activos estudiantes que
lo ocupaban no han vuelto a abrir. “Hasta la fecha no se han aparecido
los sobrevivientes de ese colectivo que no fueron a Ecuador. Están bien
asustados. El lunes vi a unos, me preguntaron si no había visto si los
andaban buscando”, relata Francisco Cerezo, el estudiante que comparte
con ellos unos metros cuadrados del cubículo.

A Cerezo los directivos de la UNAM le dieron permiso para utilizar su
espacio para vender café y así promover y financiar la excarcelación de
sus hermanos que, desde hace más de seis años, están acusados por el
Gobierno de ser guerrilleros del Ejército Popular Revolucionario (EPR)
–como sus padres– y de haber puesto una bomba; ellos se dicen inocentes.

En el espacio contiguo otro grupo montó la videoteca Víctor Jara
(cantautor chileno asesinado durante el golpe militar en Chile), que
ofrece a la renta películas y documentales hollywoodenses y de protesta
social.

Detrás de una falsa pared de tablarroca, bajo llave, se encuentra la
Cátedra Simón Bolívar, el espacio cedido por las autoridades
universitarias a jóvenes que oficialmente se dedican a promover la
unidad latinoamericana para oponerse al imperialismo –como varios en la
facultad–, aunque con especial énfasis en la situación colombiana.

Desde ese espacio, un puñado de estudiantes promovía “cine militante”,
organizaba conferencias sobre Latinoamérica o protestas ante embajadas.
Según la actividad, firmaban como Cátedra o Cine Club Benkos Biohó –en
memoria de un esclavo africano que se hizo guerrillero en Colombia– o
como Centro de Documentación y Difusión Libertador Simón Bolívar o
Movimiento Mexicano de Solidaridad con las Luchas del Pueblo Colombiano.
Otras veces, las menos, firmaban: Núcleo Mexicano de Apoyo a las FARC.

Al menos tres estudiantes de la Cátedra Bolivariana murieron el 1 de
marzo, durante el bombardeo del Ejército colombiano a un campamento de
las FARC en Ecuador. Los muertos: Juan González del Castillo, Fernando
Franco Delgado y Verónica Natalia Velázquez Ramírez fueron identificados
por la UNAM como alumnos; también estaba Soren Ulises Avilés, del
Instituto Politécnico Nacional. Lucía Andrea Morett Álvarez, la aplicada
estudiante de teatro que lideraba el grupo universitario, se recupera en
Quito.

Entre los anuncios puestos en las pizarras de avisos de la facultad se
podían leer en febrero los afiches de invitación al II Congreso de la
Coordinadora Continental Bolivariana (CCB).

“Ahí estaban los pósters”, dice Cerezo. El evento interesó a unos
cuantos, entre ellos, a los miembros de la Cátedra Simón Bolívar que
formaban parte del Capítulo México de la CCB.

Los estudiantes que viajaron a Ecuador no eran los únicos ‘bolivarianos’
presentes en la facultad. Hay otros pero, aunque promovían los mismos
valores, tenían una diferencia: “Ellos estaban muy concentrados en el
tema Colombia, eso sí me queda claro”, cuenta el alumno de Estudios
Latinoamericanos, Ismael Hernández, del Movimiento Bolivariano de México.

A su espalda, Hugo Chávez, sonriente, mira desde un afiche. A un
costado, el nicaragüense Daniel Ortega envuelto en un corazón. Más
abajo, el mexicano Manuel López Obrador. “Pensábamos parecido, pero
nosotros tenemos un interés más amplio en América Latina”, aclara.

En la UNAM, la mayor universidad de América Latina con 220 mil
estudiantes, no es raro que los grupos de las más variadas ideologías
–especialmente de izquierda– tengan oficinas en este centro. Por
ejemplo, después de la masacre estudiantil de 1968 perpetrada por el
Ejército se otorgó a los alumnos un cubículo que bautizaron como Carlos
Marx; aún se mantiene.

Tras la huelga de un año (1999-2000) en la que los alumnos se opusieron
al pago de inscripción (la UNAM es gratuita), varios se quedaron con
espacios. El auditorio Che Guevara, el más importante de la facultad,
está “tomado” desde entonces por los “ultras” y ni siquiera cuando la
Policía entró a disolver la huelga pudo recuperarlo. Ahora es galería,
cafetería, sala de cine, sede y hasta vivienda.

Es una explosión de corrientes ideológicas: los “pingüinos zapatistas”,
los marxistas, los alfabetizadores populares, las feministas, los
artistas autónomos, los comercializadores de café zapatista, los
pro-presos políticos, los bolivarianos...

Compañeros y algunos maestros de los universitarios defienden que los
jóvenes estaban haciendo sus tesis sobre las FARC. “Somos
investigadores, no guerrilleros”, reza un letrero colocado en un pasillo
de la facultad.

La estudiante Frida Espejel dice que cualquier alumno podía haber estado
en una base guerrillera, pues su objeto de estudio son los movimientos
sociales, “legales o clandestinos”, y muestra un mural que exhibe tesis
“subversivas”: El problema de las guerrillas en Latinoamérica, El
socialismo en la discusión latinoamericana a partir de la resistencia
anticapitalista: revolución cubana, EZLN y FARC-EP, Colombia y las
FARC-EP: testimonio del Comandante Jaime Guauca...

Espejel dice que respeta a las FARC: “Es un grupo que pretende
transformar las condiciones de vida de Colombia y la realidad de pobreza
y opresión”.

“Lucía estaba clavada en la expresión del teatro colombiano. Una de las
expresiones populares más amplias son las FARC. Ellos tienen una
producción teatral interesante y eso fue lo que ella iba a estudiar”,
afirma Hernández, pro Chávez, pro Evo, pro Correa, pro Ortega.

Cerezo recuerda a Lucía como la alumna que pedía salones para sus
eventos ante las autoridades; a Juan y Fernando como grandes bebedores
de café.

La Cátedra Simón Bolívar está cerrada por el momento. Los que la
conocieron dicen que las siglas FARC-EP están pintadas en las paredes,
donde también hay un póster de Marulanda y la bandera del grupo armado.

En ese cubículo se distribuía Voz Bolivariana, un folleto en cuyo número
de noviembre del 2006 se publica un artículo que exalta el arte en
campamentos guerrilleros (“Untar mis pinceles con mis sueños
guerrilleros para pintar el amor y lo grande del universo”) y la obra de
Inti, “una combatiente de las FARC que en condiciones de guerra”
encuentra espacios para pintar.

Esa oficina también era centro de venta de los ejemplares de Resistencia
Internacional (la revista de las FARC) y de los libros Trocha de Ébano y
La luna del forense, escritos por guerrilleros.

El profesor Híjar –quien se dijo director de la tesis de Morett–
presentó el último libro.

Desde el local se organizó la exhibición de documentales como La
guerrillera (la vida de una integrante de las FARC). Debajo de los
anuncios de estas actividades aparecía la misma leyenda: Comunicarse con
el Núcleo Mexicano de Apoyo a las FARC-EP al correo nmx_farc@hotmail.com
o en el cubículo Libertador Simón Bolívar.

La puerta de la UNAM con la figura de Simón Bolívar permanece cerrada.
Mientras, la verdad sobre cómo los estudiantes llegaron al campamento
guerrillero continúa en la categoría de versión: la de quienes los
defienden y que se refieren a ellos como investigadores sociales y de
quienes los involucran con las actividades del grupo armado.

Textuales

Francisco Cerezo
ESTUDIANTE
“Si aquí (en México) la moda es ir a ver a Marcos (el subcomandante
zapatista), ¿por qué allá no iban a querer ver a Reyes?”.

Frida Espejel
PASANTE DE FILOSOFÍA
“No puedo imaginar al segundo hombre de las FARC dando entrenamiento a
un grupo de chamacos... Fueron porque vieron la oportunidad de
entrevistarlo y si te la ofrecen, ¿quién la hubiera rechazado?”.



17 MAR 08 | UNAM premio a la investigación clínica El objetivo del
concurso es fomentar el interés de los médicos residentes que realizan
estudios de posgrado.
(La Jornada)

La Universidad Nacional Autónoma de México, a través del Programa
Universitario de Investigación en Salud (PUIS), y el Hospital General
Manuel Gea González, otorgó el Premio GEA- PUIS a la Investigación 2007,
a David Galarza Lozano, por el proyecto Efecto del tabaquismo sobre la
audición en población sana.

El objetivo del concurso es fomentar el interés de los médicos
residentes que realizan estudios de posgrado, avalados por la Facultad
de Medicina de la Universidad Nacional, para que participen con sus
tesis de investigación, las que deberán ser originales y de interés
científico, y que se haya llevado a cabo en dicho Hospital.

El galardón consiste en un diploma, una medalla de plata y un estímulo
económico. En esta edición, intervinieron 30 trabajos de los que se
seleccionaron tres finalistas de las especialidades en Medicina Interna,
en Ortopedia y en Otorrinolaringología y Cirugía de Cabeza y Cuello. Se
calificó la originalidad, la validez del fundamento científico, el
diseño metodológico, la aplicabilidad y la relevancia.

El galardonado, de la especialidad en otorrinolaringología, explicó que
el proyecto lo encauzó al tabaquismo, porque es un asunto que afecta
prácticamente a toda la población en el mundo y en México. Así, el
estudio de Galarza Lozano mostró el efecto del consumo de tabaco en la
pérdida auditiva en las personas sanas, es decir, sin trauma acústico,
entre otros aspectos.

En la Ceremonia de Clausura de los Cursos Universitarios de Posgrado, el
director de la Facultad de Medicina, Enrique Graue Wiechers –acompañado
por el secretario de Salud, José Ángel Córdova Villalobos–, señaló que
los especialistas formados en la Universidad, laboran durante muchas
horas a la semana para lograr excelentes resultados en sus investigaciones.

En el auditorio Fernando Ortiz Monasterio del Hospital General Manuel
Gea González, mencionó que “… la residencia de los médicos representa un
supremo esfuerzo para ejercer con autonomía la más humana de todas las
tareas”.

A su vez, el director General del Hospital General Manuel Gea González,
Mucio Moreno Portillo, agradeció la solidaridad y la formación de los
jóvenes graduados y se comprometió a consolidar la alianza con la UNAM
en la enseñanza, además de aprovechar las mutuas fortalezas para el
desarrollo de futuras líneas de investigación.

En su oportunidad, el representante de los posgraduados del Hospital Gea
González, Cristhyan Baruch Cañedo Guzmán, agradeció al personal del
Hospital por proporcionar las bases y los conocimientos necesarios para
que los estudiantes se desempeñen eficientemente en cada una de las
especialidades.

Recalcó los esfuerzos realizados en su estancia y las experiencias y
aprendizajes adquiridos durante la misma, sin olvidar el compromiso y la
responsabilidad que significa desarrollar diariamente los conocimientos
alcanzados en el estudio.

En este acto, se otorgaron además diplomas en las especialidades de
anatomía patológica, anestesiología, cirugía general, ginecología y
obstetricia, medicina interna, oftalmología, ortodoncia, ortopedia,
otorrinolaringología, pediatría, radiología e imagen y urgencias médicas
y en las subespecialildades en cirugía plástica y reconstructiva,
dermatología y urología.

A la ceremonia de clausura, también asistieron el director del PUIS,
Jaime Mas Oliva; el director de Enseñanza del Hospital General Manuel
Gea González, Octavio Sierra Martínez; el presidente del Comité
Ejecutivo Nacional del Sindicato Nacional de Trabajadores de la
Secretaría de Salud, Marco Antonio García Ayala; el director general de
la Coordinación de Hospitales Federales de Referencia, Bernardo Bidart
Ramos, y el delegado de Tlalpan, Guillermo Sánchez Torres.

un acercamiento al maravilloso mundo de “los osbournes”
El valor de la familia
Por tratarse de la vida interior de una familia tipo (padre, madre, dos
hijos), no le va nada mal: claro, papá Ozzy es una leyenda rocker, mamá
Sharon es su manager y productora del festival metálico más importante
del momento, y los hijos... Jack y Kelly hacen lo que pueden y quieren.
Todos ellos, con sus locuras y ternuras, son las nuevas estrellas del
canal de música más famoso del mundo, y recaudan en consecuencia.


Por Pablo Plotkin
Los Osbourne se aman, se toleran, se divierten y ganan millones de
dólares. Si ése es el modelo de familia yanqui “disfuncional”, ¿qué le
queda al resto? Rápidamente: papá Ozzy nació en Birmingham (1948), cantó
en una banda de rock muy importante (Black Sabbath), fumó pasta base
durante décadas y ahora evidencia algunas secuelas de esos años. Sharon,
de 50, es la mujer y manager de Ozzy. En 1989, Ozzy y todos sus demonios
(“decidimos que tenés que morir”) intentaron estrangularla, pero eso no
volvió a suceder. Ya habían nacido sus tres hijos: Aimee, hoy 18 años,
Kelly (17) y Jack (16). Sacando a la autoexcluida Aimee –el gran fuera
de campo de “The Osbournes”–, la familia se convirtió en la última
maravilla del entretenimiento televisivo, batiendo todos los records de
audiencia en la historia de MTV en Estados Unidos y constituyéndose en
el único imperio financiero coliderado por un ex masticador de cabezas
de murciélago.
En los Estados Unidos, los episodios más vistos de la primera temporada
de “The Osbournes” alcanzaron picos de 8 millones de espectadores. MTV y
la familia ya cerraron el acuerdo para una segunda (y muy probablemente
tercera) temporada. Si bien no están del todo claras las cifras del
contrato (los números van de 5 a 20 millones de dólares por otros 20
episodios, según se incluyan o no las regalías por venta de
merchandising), puede decirse que la fortuna de los Osbourne, valuada en
57 millones de dólares hasta el año pasado, crecerá de un modo
meteórico. La empresa Accesory Network ya se encargó de la fabricación y
comercialización de mochilas, portacedés, billeteras, diarios íntimos,
agendas, lápices y artículos varios. Las remeras se multiplican por
todos los Estados Unidos. El modelo más exitoso –aparentemente plagiado
por el matrimonio a la empresa T-Shirt Hell Inc., que les inició una
demanda– es el que lleva la siguiente frase estampada: “A la mierda mi
familia, me mudo con los Osbourne”. A esta altura, la osbournemanía es
un fenómeno que seduce tanto a las páginas de espectáculos de los
diarios como a sus secciones económicas.
¿En qué reside el magnetismo del programa, en qué se diferencia de otros
reality shows? “The Osbournes”, desprendimiento escatológico de “Cribs”
(una serie de especiales de MTV que mostraban “la intimidad” de las
mansiones de los famosos), expone de un modo muy brusco –y a la vez
entrañable– esos conflictos familiares que por lo general el american
way of life prefiere esconder debajo de la alfombra. En ese sentido, los
Osbourne son una familia mucho más saludable que la mayoría. Ozzy les
habla de drogas a sus hijos con el desparpajo y la contundencia de un
sobreviviente a la heroína (“fumé crack durante 40 años, sé de lo que
hablo”). Ozzy está quemado, pero tiene grandes momentos de lucidez y
ternura. Y pretender caretearla con él en cuanto a drogas, es como
intentar engañar al Gato Dumas con una cena precongelada (“¿Te pensás
que no sé por qué pedís pizza a las doce de la noche?”, le dice a su
hijo Jack cuando le advierte sobre los riesgos de la marihuana).
Sharon es la jefa. Conoció a Ozzy en 1970, en los primeros tiempos de
Sabbath. En 1979, cuando fue despedido de la banda –entonces manejada
por el padre de Sharon, Don Arden–, Ozzy se recluyó en una habitación de
hotel de Los Angeles, atiborrándose de cocaína y alcohol, deprimido
porque su vida de estrella de rock parecía haber terminado. La primera
mujer de Ozzy, Thelma, compró entonces una vinería en Staffordshire para
que su marido atendiera la barra. Sharon puso el grito en el cielo:
“¡Mierda! Sos Ozzy, no vas a atender una vinería”. Lo rescató. Le compró
el contrato a su padre por un millón y medio de dólares, se convirtió en
su manager, lo acompañó en las giras, le inventó una carrera solista.
Tres años y un divorcio después, se casaron en Honolulu.
Kelly nació el 27 de octubre de 1984, un día antes de que internaran a
Ozzy en una clínica de rehabilitación. Kelly es la estrella adolescente
de “The Osbournes”, con su pelo teñido de fucsia, su fastidio proverbial
y su versión post-grunge de “Papa don’t preach”, hit del inevitable
reciéneditado compilado/banda de sonido The Osbournes, que incluye
algunos clásicos elegidos por los miembros de la familia (“You really
got me” de The Kinks, “Imagine” de Lennon, “Drive” de The Cars,
“Wonderfull tonight” de Eric Clapton) más algunos temas de Ozzy y la
versión swing de “Crazy train” a cargo de Pat Boone, cortina del
programa. Kelly es una especie de Christina Ricci entrada en carnes, una
Merlina de Beverly Hills que se proyecta al mundo como una performer con
ángel propio. Cuando la invisible Aimee le arregla de prepo un turno con
el ginecólogo, Kelly escupe una de las frases más festejadas de la
serie: “Son mis dientes, mi auto, mi vagina, mis problemas”.
Y después está Jack. Un adolescente con sobrepeso, acné y ortodoncia que
se pasea por la mansión pertrechado con un casco y un rifle de aire
comprimido. Sale hasta tarde, fuma porro, se lleva mal con sus
compañeros de clase y usa remeras que dicen cosas como “Cocaína”. Pero
no es ningún inútil. Obligado al trabajo debido a la cuna proletaria de
papá Ozzy, Jack es un cazatalentos de Epic –donde impulsa su propio
sello independiente– y es quien llevó por primera vez al Ozzfest (que
recauda unos 20 millones de dólares cada verano boreal) a bandas como
Limp Bizkit, Slipknot, Marilyn Manson y System of a Down.
Todos ellos, más el tropel de mascotas malcriadas y los personajes
secundarios (la “niñera” australiana, el guardia de seguridad, el hijo
del primer matrimonio de Ozzy, los vecinos), conforman un núcleo social
que concilia delirios millonarios y normalidad doméstica, excentricidad
y costumbrismo. “Más allá de los tatuajes y las puteadas, el programa
impacta porque los rockeros británicos son tan subversivamente clase
media... Las cámaras de MTV estuvieron durante cuatro meses en la casa
de Mr. Osbourne, famoso por decapitar murciélagos con los dientes sobre
el escenario, y lo exhiben como a un típico padre de suburbio”, escribió
Alessandra Stanley en The New York Times. Al igual que los Adams, la
lógica a primera vista demencial de los Osbourne funciona a la
perfección como base sentimental y organizativa de la familia. Al igual
que los Corleone, los Osbourne ostentan una lealtad ciega hacia el
padrino. Y todos, de una u otra manera, forman parte del negocio.
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