miércoles, 16 de enero de 2013

[México] EZLN: Las lecciones olvidadas

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[México] EZLN: Las lecciones olvidadas

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[México] EZLN: Las lecciones olvidadas 

por Laura Castellanos*
Miércoles, 16 de Enero de 2013 16:28

Ese autogobierno es una lección excepcional para México, porque en plena crisis institucional, del sistema de partidos y de la representación popular, nos muestra una forma distinta de ejercer el poder y de impartir la justicia de forma horizontal, rotativa, incluyente y sin corrupción.

 

El Universal

Efectivamente, como el Subcomandante Insurgente Marcos lo dijo: los zapatistas siempre han estado ahí, nunca se han ido.

         Sin embargo, tras su reaparición pública del 21 de diciembre del 2012, los partidos y la clase política muestran un entusiasmo inusitado por defender los derechos indígenas y apoyar los Acuerdos de San Andrés Larráinzar que rechazaron en 2001. Hipócritas: El Partido Revolucionario Institucional (PRI), el Partido Acción Nacional (PAN), y el Partido de la Revolución Democrática (PRD), en contubernio, cometieron traición de Estado y les dieron la espalda.

          Y no sólo ellos. También la izquierda les dio la espalda: la institucional, la partidista y gran parte de la intelectual y del movimiento amplio de izquierdas.

         Resultó sorprendente que a una semana de la marcha del 21 de diciembre, la perredista Dolores Padierna presentara un punto de acuerdo en el pleno del Senado para que el Estado Mexicano cumpla los Acuerdos de San Andrés y que fuera aprobado por unanimidad.

           Después, también en unanimidad partidista, la Comisión Permanente exhortó a la reactivación de la Comisión de Concordia y Pacificación (Cocopa). Y ahora, el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, anuncia que en lugar de esta instancia se crea la Comisión para el Diálogo con los Pueblos Indígenas en México.

       No es de extrañar entonces que Enrique Peña Nieto, en una jugada de legitimación política, dé su visto bueno a los Acuerdos de San Andrés.

       Estamos pues frente a un coro de simulaciones.                        

       En 2001, como dije, los partidos rechazaron la aprobación de  los Acuerdos discutidos durante siete años. A partir de 2006, cuando el EZLN criticó lo mismo a los candidatos presidenciales del PRI y del PAN que a Andrés Manuel López Obrador, el movimiento amplio de izquierdas dejó solas a las comunidades zapatistas.

         Solas enfrentaron una mayor militarización, el despojo de sus territorios y el aumento de agresiones no sólo de paramilitares sino de militantes del PRI, PAN, PRD y del abanico partidista de izquierda.

         Sin embargo, las poblaciones zapatistas han resistido los ataques de forma pacífica y no han sucumbido al bombardeo de programas sociales federales y estatales que buscan cooptarlos y dividirlos. No sólo resisten, consolidan la única experiencia de autogobierno real que en 2007 involucraba cinco regiones, llamadas por ellos Caracoles, en donde habitan alrededor de 40 mil indígenas.

         Ese autogobierno es una lección excepcional para México,  porque en plena crisis institucional, del sistema de partidos y de la representación popular, nos muestra una forma distinta de ejercer el poder y de impartir la justicia de forma horizontal, rotativa, incluyente y sin corrupción.

         La izquierda electoral lucha porque la repartición del pastel capitalista sea más equitativa. El mensaje zapatista de fondo es que ese pastel está podrido y que la sociedad civil debe preparar uno nuevo con su propia receta. Y eso es lo que han hecho las comunidades rebeldes a pesar de estar bajo una estrategia contrainsurgente.

Tuve oportunidad de conocer dicha experiencia autonómica y de entrevistar al Subcomandante Marcos a fines de 2007 con motivo de un reportaje para la revista Gatopardo que luego se convirtió en el libro Corte de caja.

Constaté que el autogobierno zapatista es el ejercicio político y de cambio cultural más radical del país al romper con todos los niveles de gobierno y los partidos para depositar el poder en colectivos, llamados Juntas del Buen Gobierno, donde están incluidos mujeres y jóvenes.

Corroboré también cómo sin presupuesto gubernamental ni de la iniciativa privada han erigido clínicas de salud, escuelas y proyectos productivos donde no había nada.

Sí, es verdad, tienen fallas. Los resultados son distintos en cada Caracol y hay procedimientos que obstaculizan en parte la vida interna de cada Junta de Buen Gobierno. Pero esto se vive como un aprendizaje a superar y las decisiones se socializan.

Cuando entrevisté a Marcos, él acababa de regresar del norte del país en el recorrido que La Otra Campaña hizo para tender puentes con otras  comunidades indígenas y colectivos de lucha ciudadana.

En la que hasta hoy es la última entrevista por él concedida, me dijo que el EZLN buscaría trabajar en un programa político de carácter nacional a partir de junio de 2008. No obstante me externó: "el EZLN está en una indefinición, estamos acostumbrados a ello y así es como mejor nos salen las cosas".

Me precisó que esa indefinición en parte se debía a que desconocían si la gente respondería de forma organizada y articulada o el EZLN, por su cuenta, impulsaría ese programa nacional de lucha ajeno a los partidos políticos.

         No obstante el zapatismo se replegó de 2008 a 2012. En varias ocasiones intenté sin éxito entrar de nuevo a sus comunidades pero estaban cerradas. No era extraño. Sus repliegues tienen sus razones. Así sucedió tras el rechazo legislativo de los Acuerdos de San Andrés en 2001. Dos años cerraron sus puertas y se abrieron de nuevo en 2003, tras la creación de los Caracoles.

         Ignoro los motivos del repliegue reciente. Quizá se debió a que esa indefinición de por dónde seguir se extendió más de lo que pensaban, quizá sobrevino el desgaste, quizá vivieron una crisis interna por la estrategia contrainsurgente, la crisis económica y la ruptura con las izquierdas. No lo sé.

Pero ahora, cuando muchos daban a la organización por fenecida, reapareció en la escena política haciendo ostensible una militancia nutrida, su cierre de filas y que de nuevo tiende puentes hacia fuera.

La marcha del 21 de diciembre también sirvió para presentar en sociedad a su nueva generación. Esa juventud indígena, contemporánea a la del movimiento #Yo soy 132, nació en el contexto del levantamiento del EZLN y en los años posteriores a la consolidación de su autogobierno. Sin duda, esta es su principal fuerza y su armamento es la dignidad y congruencia aprendidas de sus padres y abuelos.

          Esa juventud indígena sale hoy a la luz y demanda que los Acuerdos de San Andrés sean una realidad.

            No olvidemos que de fondo los Acuerdos exigen el cumplimiento del artículo segundo constitucional sobre derechos territoriales, de información y consulta de los pueblos indígenas recogidos en el Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y que las etnias del país no son las mismas que antes de 1994, pues la insurrección zapatista marcó el proceso ascendente de defensa territorial y autonómica en poblaciones indígenas y rurales en México.

         Quizá este proceso sea la principal semilla brotada fuera del EZLN. Se debió a que comunidades indígenas y rurales comenzaron a sufrir el despojo de sus territorios por mega proyectos hidroeléctricos, mineros, eólicos, turísticos, inmobiliarios, carreteros. 

         Si bien este despojo ya era histórico, la embestida se hizo mayor por las reformas constitucionales impulsadas por Carlos Salinas y Ernesto Zedillo, las facilidades fiscales y legales de los gobiernos panistas, la corrupción de gobiernos locales y la voracidad de las multinacionales.

        La antropóloga María Fernanda Paz registra que durante el sexenio de Felipe Calderón los conflictos comunitarios por defensa del territorio se elevaron a 125 en 22 estados de la República.

         La batalla comunitaria se ha dado de forma desigual, recurriendo a la movilización y la defensa jurídica con todos los agravantes en contra: falta de dinero y de asesoría legal capacitada, instituciones corruptas, violencia.

        Sin duda, la implementación de los Acuerdos de San Andrés daría certeza jurídica a esas luchas y a los diversos procesos autonómicos que por razones de seguridad o justicia, autogestión interna, protección de recursos naturales o uso de monedas alternativas se multiplican en el país.

         Peña Nieto, como se dice, ahora tiene el balón de su lado. También a la oligarquía, que por supuesto, no permitirá que sus intereses sean tocados.    

         Estamos pues ante un momento crucial del movimiento zapatista y de las etnias de México. Todos, gobiernos, partidos políticos, el movimiento amplio de izquierdas, y la sociedad civil, tenemos responsabilidad para que se materialicen los Acuerdos de San Andrés en su beneficio.


         Independientemente del curso de los Acuerdos, la realidad zapatista está ante nosotros. Trascendamos las simpatías y antipatías que despierta el vocero y jefe militar de la organización. Marcos no es las comunidades zapatistas. Dejemos de lado la visión clasista, racista y sexista y miremos de frente a las mujeres y hombres tzeltales, tzotziles, tojolabales, choles, zoques y mames rebeldes. Salvaguardemos su experiencia de autogobierno y aprendamos de ellos las lecciones que por tanto tiempo hemos ignorado.


El #EZLN y la errática crítica de sus críticos

El EZLN y la errática crítica de sus críticos

Arsinoé Orihuela
Rebelión

Para quienes insisten en afirmar que el EZLN no figura en el acontecer
de la arena política nacional, o bien, que sólo figura accesoriamente,
basta observar el vendaval de opiniones que desencadenó la reciente
marcha silenciosa de las comunidades autónomas en Chiapas para
desmentir el aludido subprotagonismo de los zapatistas. Lástima que el
inusitado tumulto tuvo como divisa dominante la crítica doliente de la
ortodoxia errante.

En entrevista con Julio Scherer, allá por las postrimerías de la
Marcha del Color de la Tierra, el subcomandante Marcos expuso
sucintamente la concepción de rebeldía que explica al EZLN: "En el
caso de los movimientos de rebelión, gana el que no muere… en el caso
del rebelde, basta con que persista, con que resista… para erosionar
el poder". En una demostración inequívoca de consistencia, que
extrañamente no reconocen sus críticos "revolucionarios", el
movimiento zapatista ha conquistado su propósito primario: a saber,
persistir, sobrevivir. Y si alguien considera que esta persistencia no
ha redituado política o socialmente, tan sólo véase la influencia de
los principios neozapatistas en el abanico de movilizaciones que han
germinado desde la génesis e irrupción del EZLN: la horizontalidad
dialógica, el reconocimiento de la diferencia, la disidencia
apartidista, la no institucionalización de la resistencia, la
autonomía comunitaria, la oposición creciente al progresismo.

Estos criterios ético-políticos, si bien aún embrionarios, se
traducen, en el terreno de la práctica política zapatista, como un
rechazo a cualquier proyecto sociopolítico con tintes hegemónicos; por
ejemplo, la conformación de un frente amplio que emane de la clase
política (sueño húmedo de Guillermo Almeyra, y otros "revolucionarios
clásicos"). Para esta visión frentista doctrinaria –protoperonista–,
la fuerza numérica posee un valor crucial, acaso primigenio, en cuanto
posibilita la conquista de la hegemonía. Pero en Chiapas disienten con
esta fórmula: para los zapatistas, la única contrahegemonía auténtica
es la antihegemonía. Marcos hace notar: "Detrás de la hegemonía está
la trampa; la trampa de repetir la historia una y otra vez. No es
posible construir la homogeneidad sobre el otro". El distanciamiento
del zapatismo con la política electoral no es fortuito: es un esfuerzo
deliberado para evitar la trampa referida, la repetición de la
historia, la reedición de la derrota, la alienación de la voluntad en
provecho de una "acción conjunta" cuyos resultados estén supeditados a
la homogeneidad de un poder inicuo. E insisten legítimamente: "Para
que vamos a preocuparnos si el gobierno es de derecha, izquierda o
centro, si finalmente allí no se están tomando las decisiones
fundamentales".

Cuando se le atribuye al EZLN "limitaciones, carencias y errores de
una dirección muda e impasible durante largo tiempo ante los horrores
provocados por el fraude que impuso en Los Pinos a Calderón" (G.
Almeyra), se soslaya irresponsablemente que la irrupción, persistencia
e indestructibilidad de la resistencia zapatista constituye la
denuncia más categórica (también la más congruente) a toda la
podredumbre que corroe al corpus institucional.

El zapatismo empuña una bandera diametralmente distinta a la que
pretenden endosarle desde el "revolucionarismo clásico": activamente
desaprueban fórmulas eficientistas e idearios encuadrados en los
confines de la política electoral; y en cambio juzgan que los cambios
de larga duración requieren resistencias de largo alcance y duración.

Anclada en categorías decimonónicas, la errática crítica de los
críticos no alcanza siquiera a comprender mínimamente el corazón
programático e ideológico del zapatismo. Continúa invocando
proselitistamente la comunión de las "izquierdas", la primacía de la
política partidaria-electoral, en lugar de celebrar el potencial que
se aloja en la diversidad de resistencias que por fortuna dispone
México.

Para conveniencia de los despistados críticos del zapatismo, dejemos
que el sub Marcos esboce con manzanas el compás filosófico que guía
las incomprendidas acciones de los zapatistas: "En el momento en que
el EZLN se convierta en un proyecto revolucionario, en algo que
devenga en un actor político, en un actor político dentro de la clase
política, el zapatismo habrá fracasado como propuesta política".

Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=162339