miércoles, 16 de enero de 2013

El #EZLN y la errática crítica de sus críticos

El EZLN y la errática crítica de sus críticos

Arsinoé Orihuela
Rebelión

Para quienes insisten en afirmar que el EZLN no figura en el acontecer
de la arena política nacional, o bien, que sólo figura accesoriamente,
basta observar el vendaval de opiniones que desencadenó la reciente
marcha silenciosa de las comunidades autónomas en Chiapas para
desmentir el aludido subprotagonismo de los zapatistas. Lástima que el
inusitado tumulto tuvo como divisa dominante la crítica doliente de la
ortodoxia errante.

En entrevista con Julio Scherer, allá por las postrimerías de la
Marcha del Color de la Tierra, el subcomandante Marcos expuso
sucintamente la concepción de rebeldía que explica al EZLN: "En el
caso de los movimientos de rebelión, gana el que no muere… en el caso
del rebelde, basta con que persista, con que resista… para erosionar
el poder". En una demostración inequívoca de consistencia, que
extrañamente no reconocen sus críticos "revolucionarios", el
movimiento zapatista ha conquistado su propósito primario: a saber,
persistir, sobrevivir. Y si alguien considera que esta persistencia no
ha redituado política o socialmente, tan sólo véase la influencia de
los principios neozapatistas en el abanico de movilizaciones que han
germinado desde la génesis e irrupción del EZLN: la horizontalidad
dialógica, el reconocimiento de la diferencia, la disidencia
apartidista, la no institucionalización de la resistencia, la
autonomía comunitaria, la oposición creciente al progresismo.

Estos criterios ético-políticos, si bien aún embrionarios, se
traducen, en el terreno de la práctica política zapatista, como un
rechazo a cualquier proyecto sociopolítico con tintes hegemónicos; por
ejemplo, la conformación de un frente amplio que emane de la clase
política (sueño húmedo de Guillermo Almeyra, y otros "revolucionarios
clásicos"). Para esta visión frentista doctrinaria –protoperonista–,
la fuerza numérica posee un valor crucial, acaso primigenio, en cuanto
posibilita la conquista de la hegemonía. Pero en Chiapas disienten con
esta fórmula: para los zapatistas, la única contrahegemonía auténtica
es la antihegemonía. Marcos hace notar: "Detrás de la hegemonía está
la trampa; la trampa de repetir la historia una y otra vez. No es
posible construir la homogeneidad sobre el otro". El distanciamiento
del zapatismo con la política electoral no es fortuito: es un esfuerzo
deliberado para evitar la trampa referida, la repetición de la
historia, la reedición de la derrota, la alienación de la voluntad en
provecho de una "acción conjunta" cuyos resultados estén supeditados a
la homogeneidad de un poder inicuo. E insisten legítimamente: "Para
que vamos a preocuparnos si el gobierno es de derecha, izquierda o
centro, si finalmente allí no se están tomando las decisiones
fundamentales".

Cuando se le atribuye al EZLN "limitaciones, carencias y errores de
una dirección muda e impasible durante largo tiempo ante los horrores
provocados por el fraude que impuso en Los Pinos a Calderón" (G.
Almeyra), se soslaya irresponsablemente que la irrupción, persistencia
e indestructibilidad de la resistencia zapatista constituye la
denuncia más categórica (también la más congruente) a toda la
podredumbre que corroe al corpus institucional.

El zapatismo empuña una bandera diametralmente distinta a la que
pretenden endosarle desde el "revolucionarismo clásico": activamente
desaprueban fórmulas eficientistas e idearios encuadrados en los
confines de la política electoral; y en cambio juzgan que los cambios
de larga duración requieren resistencias de largo alcance y duración.

Anclada en categorías decimonónicas, la errática crítica de los
críticos no alcanza siquiera a comprender mínimamente el corazón
programático e ideológico del zapatismo. Continúa invocando
proselitistamente la comunión de las "izquierdas", la primacía de la
política partidaria-electoral, en lugar de celebrar el potencial que
se aloja en la diversidad de resistencias que por fortuna dispone
México.

Para conveniencia de los despistados críticos del zapatismo, dejemos
que el sub Marcos esboce con manzanas el compás filosófico que guía
las incomprendidas acciones de los zapatistas: "En el momento en que
el EZLN se convierta en un proyecto revolucionario, en algo que
devenga en un actor político, en un actor político dentro de la clase
política, el zapatismo habrá fracasado como propuesta política".

Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=162339

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