jueves, 24 de enero de 2013

Palabras de Eduardo Galeano

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Palabras de Eduardo Galeano

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Palabras de Eduardo Galeano
Ricardo Berrutti | 24/01/2013
En noviembre de 2008, Galeano dijo sobre la victoria de Barack Obama: "La Casa Blanca será la casa de Obama pronto, pero esa Casa Blanca fue construida por esclavos negros. Y me gustaría y espero que él nunca lo olvide".

"Soy un escritor que quisiera contribuir al rescate de la memoria secuestrada de toda América, pero sobre todo de América Latina, tierra despreciada y entrañable".


Guerras calladas

No estalla como las bombas, ni suena como los tiros, el hambre, que mata callando, mata a los callados.
De ellos sabemos todo, los expertos, los obrólogos lo estudian y nos ofrecen los datos actualizados: Qué no comen, en qué no trabajan, cuántos son, cuánto no pesan, cuánto no miden, qué no tienen, qué no piensan, qué no votan, en qué no creen... Solo nos falta saber, por qué los pobres son pobres.
Ellos, los muertos de las guerras, los presos de las cárceles, los brazos disponibles, los brazos desechables, sin tierra, sin casa, sin camino...
¿Será que los pobres son pobres porque su hambre nos da de comer, y su desnudez nos viste?
¿Qué sería de nosotros sin ellos?

El viaje

Oriol Vall que se ocupa de los recién nacidos en un hospital de Barcelona, dice que el primer gesto humano es el abrazo.
Después de salir al mundo al principio de sus días, los bebés manotean, como buscando a alguien, otros médicos, que se ocupan de los ya vividos, dicen que los viejos, al fin de sus días, mueren queriendo alzar los brazos.
Y así es la cosa, por muchas vueltas que le demos al asunto, y por muchas palabras que le pongamos.
A eso, así de simple se reduce todo, entre dos aleteos sin más.

Ventana sobre el cuerpo

La iglesia dice: "El cuerpo es una culpa"
La ciencia dice: "El cuerpo es una máquina"
La publicidad dice: "El cuerpo es un negocio"
Y el cuerpo dice: "Yo soy una fiesta"

El pintor

-Yo me di cuenta de que estaba muerto, porque hablaba en latín -me explico Angel Vázquez.
Además, se sabía. Hacia tiempo que Urbano Lugris, artista pintor, yacía bajo tierra. Pero aquella tarde, Angel había subido a la torre, para esperar el otoño, y se lo había encontrado.
Desde lo alto de la costa gallega, Angel estaba contemplando el otoño, que venia de la mar, y el otoño era una luz blanca que invadía el cielo, limpio de nubes. En esa paz estaba Angel, blanca brisa, aire nuevo, cuando descubrió que tenia al artista a su lado. El viejo dijo alguna de esas maldades muy suyas, que en latín sonaban raro, pero rió como siempre reía, que no era con la boca sino con sus peligrosos ojos de niño encendidos bajo la maraña del pelo.
Y entonces, de pronto, el cielo se enloqueció: se alboroto, se oscureció, y en la súbita negrura aparecieron bailando unas nubes venidas quien sabe de donde, nubes de oro, nubes de fuego, nubes de vino, y luego llegaron los relámpagos y las acuchillaron. Y tembló el mundo, sacudido por los truenos, y sobre el mundo se desplomó una lluvia del fin del mundo.
Angel grito:
-¡Don Urbano !Pinte eso, hombre!
Inmóvil bajo la lluvia violenta, el artista echo un bufido de perro viejo.
Fue en latín, pero dio para entender:
-¡Pero no ves que estoy muerto, carajo!

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