domingo, 3 de febrero de 2013

Guillermo Almeyra: El #EZLN, la autonomía y la lucha por una alternativa

El EZLN, la autonomía y la lucha por una alternativa

Guillermo Almeyra

Hay que saludar la decisión y la organización de los indígenas
chiapanecos de las comunidades zapatistas que, a poco menos de 20 años
de su rebelión, y a pesar del fuerte impacto del aislamiento, la
hostilidad permanente de los gobiernos, la creciente miseria y la
emigración, mantienen y renuevan permanentemente su fuerza, desfilan
orgullosamente por las ciudades chiapanecas y resisten activamente en
su territorio, menguado por la guerra de pobres contra pobres
fomentada por las clases dominantes mediante el PRI.

Hay que destacar también que esa resistencia extrae fuerza de su
organización y su temple comunitario y de su intento por construir las
bases para la autonomía, a pesar de las limitaciones, carencias y
errores de una dirección muda e impasible durante largo tiempo ante
los horrores provocados por el fraude que impuso en Los Pinos a
Calderón y su banda panista, con apoyo del PRI y de los chuchos del
PRD. La exigencia de esas decenas de miles de indígenas se apoya en la
voluntad y la decisión de los casi 200 mil habitantes de las
comunidades rebeldes y en la simpatía activa de los demás pueblos
indígenas y de las otras comunidades que luchan también por sentar las
bases de su autonomía.

Ahora, ante la debilidad de un gobierno nacido de un nuevo fraude y
activamente repudiado por lo mejor de la sociedad mexicana, ese
zapatismo chiapaneco siente que el momento es favorable para salir
nuevamente a reclamar una exigencia constante y sacrosanta: el
cumplimiento de los Acuerdos de San Andrés y el reconocimiento
constitucional de los derechos y la cultura de los pueblos indígenas.
Esa reivindicación, aunque no cambia radicalmente la situación de los
pueblos indígenas, exige se les reconozcan derechos iguales a los
demás ciudadanos y la ampliación de los derechos de los pueblos
originarios y de todo el México que trabaja y produce riquezas para
otros. Da así un impulso a la lucha por la defensa de la Constitución
y por los derechos democráticos, que dependen ambos de los
trabajadores, los pobres, los oprimidos y los explotados de todo tipo,
y que sólo pueden ser impuestos y defendidos por éstos.

De este modo, el EZLN, aunque sin plantearlo explícitamente, al romper
su silencio y retomar mediante una demostración de fuerza y una
movilización una ofensiva política, se apoya en la lucha de los
millones que protestan contra la imposición fraudulenta de Peña Nieto
con la complicidad de Calderón, o sea, con los millones que votaron
por López Obrador y tratan de dar vida a Morena, y en la de los
cientos de miles de lucharon y luchan en el terreno político y en las
calles por los derechos democráticos y las conquistas constitucionales
y legales pisoteadas, como los integrantes de #YoSoy132, los
electricistas del SME, otros sindicatos combativos y la izquierda
anticapitalista.

También implícitamente, convoca a una acción conjunta a los que en
estos años combatieron (desgraciadamente sin el apoyo del EZLN) contra
las políticas del PAN que el PRI continuará y agravará, al exigir que
se concrete el reconocimiento de los Acuerdos de San Andrés y de una
modificación constitucional incorporando los derechos indígenas.
Porque es obvio que los resultados en las calles y en el mismo
parlamento no pueden depender sólo de una negociación entre el EZLN y
el gobierno de Peña Nieto, sino que exige la modificación de la
relación de fuerzas políticas en Chiapas y en todo el país.

El apoyo de millones o de cientos de miles de personas y la capacidad
de movilización de fuerzas no bastan por sí mismos. El problema es
para qué se moviliza y con cuáles objetivos. AMLO movió millones de
personas en 2006 y hasta 2012, y organiza ahora también millones, pero
no para la lucha capaz de imponer un cambio social. La movilización
sostiene siempre la resistencia social, pero no es suficiente para
imponer una alternativa al poder de la oligarquía y del capital
financiero internacional si se carece de la capacidad de unir detrás
de fines comunes a gente que coincide sólo en algunos puntos
fundamentales y si quien tiene capacidad organizativa no tiene, en
cambio, un objetivo claro y creíble de transformación de la realidad,
no de una región, sino de todo el país, y no desde arriba, sino
mediante la movilización y el salto en las conciencias que se plasme
en poderes locales de los oprimidos.

Las bases para la contraofensiva de los oprimidos y explotados en
México se están dando en los esfuerzos –en Cherán, en el Itsmo de
Tehuantepec, en Oaxaca, en la Montaña de Guerrero– por la construcción
de las bases para la autonomía y la autogestión. Pero éstas son sólo
intentos efímeros en comunidades pobres y aisladas. Para afirmarse
deben extenderse y empezar a construir conciencias y poder, al mismo
tiempo que enseñan a los demás mexicanos a autorganizarse para
resolver por sí mismos los problemas graves.

Las luchas contra la desocupación, la carestía, la violencia estatal,
la delincuencia, como parte de la ofensiva capitalista y contra la
destrucción de leyes y conquistas logradas por la movilización
campesina en la Revolución Mexicana, deben formar parte de una
alternativa anticapitalista que hay que construir entre todos,
conjuntamente, contra el

establishment formado por el PRI y sus paleros, el PAN y los

cárteles

de la droga y por los grandes

narcocapitales ligados a esos partidos, así como por los dirigentes
del PRD. ¡Bienvenido a la acción el EZLN y la otra campaña, que
estuvieron ausentes en tantos momentos importantes! ¡Bienvenida
también la capacidad potencial de acción y campaña no electoral de
Morena y de los sectores sindicales y de izquierda que tratan de crear
un partido obrero independiente! ¡Bienvenidas las múltiples formas de
lucha de los #YoSoy132! Es la hora de unir esfuerzos al mismo tiempo
que se abre una discusión fraterna sobre los errores pasados de la
izquierda social para comprender sus raíces y superarlos.

Fuente: La jornada

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