domingo, 10 de marzo de 2013

México en el sendero del precipicio fiscal de Estados Unidos y la tendencia subimperialista

México en el sendero del precipicio fiscal de Estados Unidos y la
tendencia subimperialista

Adrián Sotelo V.
Rebelión

Como era de esperar, el Congreso de Estados Unidos no aprobó el
aumento de impuesto solicitado por el presidente Obama para gravar las
rentas más altas de los sectores superiores de la burguesía y de las
clases medias con el objetivo de intentar paliar el monumental déficit
fiscal del Estado norteamericano que, en la actualidad, bordea
alrededor de 1,2 billones de dólares que equivalen a 7,3% de su PIB y
con una deuda pública cercana a la escalofriante suma de 16 billones
de dólares que supera más de cien por ciento de su PIB.

Por obvias razones, entre las que figuran las profundas
contradicciones entre los intereses de clase enmarañados en los dos
principales partidos políticos de esa nación (republicano y
demócrata), se desvanecieron las esperanzas para que esto ocurriera y,
por el contrario, nuevamente emerge con fuerza la posibilidad de que
ocurra el llamado "precipicio fiscal", o sea, el paquete de recortes
al gasto y aumentos de impuestos con el objetivo de reducir el déficit
difundido por los medios como sequester (secuestro fiscal) y que, en
el mediano plazo, podría conducir a la generalización de una recesión
de la economía internacional.

Los recortes presupuestarios aprobados por el Congreso, y que tendrá
que ejecutar el presidente Obama a partir del primero de marzo del
presente año, van a repercutir en distintas áreas del Estado con
énfasis en los presupuestos del Pentágono y los programas sociales,
incluyendo, por ejemplo, las aportaciones médicas a los pensionistas y
las ayudas a los desempleados, cuestión que, como se comienza a
reconocer después de varios meses de incertidumbre, sin duda va a
provocar una recesión en el mediano plazo que pronto asumiría rasgos
universales al articularse con la crisis estructural y sistémica de la
Unión Europea, en el contexto contractivo de países como Japón, y de
relativa desaceleración de otros, como China, que había liderado el
impulso capitalista en las últimas dos décadas.

Sólo para tener una idea somera de las características de los
recortes presupuestales, enseguida resumimos sus efectos principales
en varias áreas de la economía y la sociedad de Estados Unidos.

Figuran, por ejemplo, recortes por 85 mil millones de dólares al
presupuesto en los próximos diez años (alrededor de 1,2 billones del
presupuesto global o entre 8 y 9% del total), afectando áreas como
defensa, (55,mil millones de dólares menos); seguridad, (alrededor de
25 mil millones de dólares; salud
(alrededor de 13 mil millones de dólares menos) con énfasis en
programas esenciales, como el Medicare, que cubre los gastos médicos
de personas de la tercera edad; educación (725 millones de dólares
menos) con cargo en la reducción o anulación de las becas y de las
ayudas federales para 23 millones de estudiantes en todo el país y de
otros 6 millones que reciben educación especial; empleo, en esta
materia oficialmente se estima que sólo en 2013 se perderán 750 mil
empleos públicos, mientras que otras estimaciones elevan esta cifra a
2 millones de personas. Las ayudas o indemnizaciones para los
desempleados se reducirían en 26 mil millones de dólares (información
en: El país, "Así afectarían los recortes a las diferentes áreas del
presupuesto federal",
http://internacional.elpais.com/internacional/2013/02/25/actualidad/1361816870_180856.html,
2 de marzo de 2013).

Lo importante a destacar para nosotros consiste en advertir que dado
el grado de integración de las naciones dentro de la dinámica del
sistema capitalista (globalización) y, de manera particular,
enfatizando el carácter dependiente y subordinado de la economía
mexicana al ciclo productivo y económico de Estados Unidos, el
mencionado recorte presupuestal —y el concomitante precipicio fiscal—
tendrán fuertes repercusiones en este año, sobre todo, a través de la
dependencia de nuestro comercio exterior con Estados Unidos. En
efecto, como se sabe, México depende en más de un 80% de las
importaciones de Estados Unidos y en una proporción similar de sus
exportaciones, en particular, de los envíos de petróleo, de las
divisas provenientes de las remesas de nuestros connacionales que
trabajan en ese país; de los pocos incentivos de las maquiladoras y,
por último, de las actividades turísticas cada vez más castigadas por
la inseguridad, la violencia, la carestía y el narcotráfico.

Este es el contexto en que, después de dos administraciones
ultraneoliberales encabezadas por los gobiernos panistas (2000-2012)
en México, el nuevo gobierno dirigido ahora por el PRI, ha anunciado
que es preciso realizar "reformas estructurales", "super" necesarias y
"urgentes" para "contrarrestar" las dificultades de la economía
internacional y las propias de la economía del país que en lo
inmediato, se advierten en dos fuertes desplomes: por un lado, los
ingresos por concepto de ventas externas de petróleo —que aportan
alrededor del 28% del presupuesto federal— se redujeron, solamente
durante el mes de enero del presente año, en 20 mil millones de pesos
y, por el otro, la reducción de los envíos (remesas) de mexicanos que
trabajan en el exterior, predominantemente en Estados Unidos, y que
durante enero sumaron mil 471 millones de dólares que representa una
caída de 2.32% comparados con los montos correspondientes al mismo mes
del año anterior (La jornada, http://www.jornada.unam.mx/2013/03/02/2
de marzo de 2013).

Ambos movimientos, enmarcados en el contexto de la desaceleración de
la economía, afectan directamente los presupuestos del país y la
economía de las clases populares, en este último caso, reduciendo aún
más el estrecho y precario mercado de consumo de masas que se dinamiza
por los ingresos y los salarios de los trabajadores y de la mayoría de
la población.

Sin embargo, a pesar de esta configuración de una situación de
pre-recesión que ya se vislumbra para este 2013, no todo es negro para
el capital y las clases dominantes del país. En efecto, para muestra
un botón. Señalan los medios de comunicación, que nuevamente el señor
Carlos Slim es nominado como el sujeto más rico del planeta por cuarto
año consecutivo, al haber incrementado su fortuna en el último año en
más de 4 mil millones de dólares, según la revista Forbes. De acuerdo
con esta publicación, la fortuna de marras aumentó de 69 mil millones
de dólares el año anterior (2011) a 73 mil millones en la actualidad.

Como vemos, el país va muy bien y debe ser un "orgullo" internacional
de los pobres y precarios mexicanos si tomamos como punto de
valoración el comportamiento de los mercados financieros y de los
bancos donde en la actualidad se amasan las grandes fortunas, en todas
partes, de los multimillonarios que constituyen el llamado capital
ficticio que domina los sistemas políticos y productivos de la
economía mundial.

Pero, además, en el caso de México frente a la recesión interna, la
contracción de los mercados de consumo, con énfasis en los destinados
al consumo de las mayorías, de las precarias condiciones de vida y de
trabajo y del abultado incremento del desempleo estructural, de la
informalidad y la pobreza, el capital (nacional y extranjero) tiene
otras alternativas entre las que destaca la expansión al exterior, es
decir, los flujos de capital que fracciones de nuestra burguesía
dependiente mexicana realiza en otras latitudes. Es así como, el banco
de México (Banxico) indica que en 2012 por primera vez en la historia
las inversiones directas de empresas mexicanas en el extranjero fueron
superiores al monto de la Inversión Extranjera Directa (IED), al
crecer 111%. En su informe sobre la balanza de pagos del país consigna
que la economía mexicana captó 12 mil 659 millones de dólares en IED,
en tanto que el valor de la inversión directa de mexicanos en el
exterior ascendió a 25 mil 596 millones de dólares (La crónica 26 de
febrero de 2013, "México, exportador neto de capitales; supera a la
IED", http://www.cronica.com.mx/notas/2013/733488.html).

Las empresas mexicanas de vocación trasnacional invierten
preferentemente en los sectores de manufacturas, alimentos y
telecomunicaciones. En 2010, Grupo Bimbo

, que es la mayor empresa panificadora del mundo, adquirió la firma
estadunidense Sara Lee por casi mil mdd, con lo cual se volvió la
primera firma del ramo en EU. El consorcio opera también en varios
países latinoamericanos, como Brasil, Chile y Colombia. La empresa

Sigma que pertenece al conglomerado del

Grupo Alfadesde 1980, dentro del ramo alimentario de productos
congelados se expandió al mercado estadunidense con una planta de
carnes frías en Oklahoma y otra de productos lácteos en Wisconsin.

Apeak, también tentáculo de Alfa, es la segunda empresa petroquímica
de América Latina y posee plantas en Argentina y Estados Unidos.

El monopólico grupo Cemex, que produce materiales de construcción, en
los últimos años también se ha expandido a Estados Unidos a través de
trece plantas de cemento con 46 terminales de distribución y más de
450 plantas de concreto premezclado. Esta empresa mexicana opera en 50
países en la actualidad.

De manera emblemática y con todas las ironías que implica para la
gran mayoría de la población, el gigante trasnacional de las
telecomunicaciones, Telmex y su compañía filial, América Móvil, ha
experimentado una fuerte expansión en la última década, sobre todo a
Estados Unidos y América Latina, a través de su marca registrada

Claro, lo que ha contribuido en gran parte a ajustar la
multimillonaria fortuna del magnate mexicano considerado el más rico
del planeta (información de

La jornada en línea:
http://www.jornada.unam.mx/2012/09/11/economia/035n1eco, 11 septiembre
2012).

Baste esta información para mostrar que este comportamiento del
capital (nacional y extranjero) que opera en el país, corrobora la
tesis respecto a que el capitalismo no puede reproducirse y subsistir
únicamente sobre su espacio nacional sino que, más bien,
necesariamente tiene que buscar su expansión más allá de sus fronteras
económicas y de acumulación de capital. Es el fenómeno que
merecidamente Marini calificó como

subimperialismo para caracterizar comportamientos estructurales de
países —ejemplarmente Brasil y Argentina y otros como Irán o Israel y,
por supuesto, México— y que hoy constituyen parte del enjambre de
países considerados como "emergentes", es decir, "países intermedios"
que se desenvuelven dentro de los espacios y sistemas
económico-políticos de la periferia del capitalismo.

Esto es precisamente una de las características más peculiares del
capitalismo dependiente en su fase actual en aquéllos países que
después de su industrialización —verificada en su fase compleja y más
acabada durante el periodo posterior a la Segunda Guerra Mundial—
alcanzaron un nivel estructural hegemonizado por los monopolios y el
capital financiero pero, sin embargo, sin romper su dependencia y
subordinación a las leyes, mecanismos, instituciones y ciclos
económicos de los países hegemónicos del capitalismo avanzado (al
respecto, véase de Ruy Mauro Marini,

Subdesarrollo y revolución, Editorial Siglo XXI, México, 1974, 5ª Ed).

Sin embargo, esta peculiar configuración de la economía mundial y de
la división internacional del trabajo, tiene sus bemoles, por no decir
profundas contradicciones. En efecto, en la medida en que, a
diferencia del pasado histórico cuando el capitalismo avanzado y
colonialista se expandía a expensas de las áreas subdesarrolladas y
dependientes que constituían espacios y enclaves pre-capitalistas del
sistema productivo, y en donde todavía existía margen para la
realización del capital y de la plusvalía de las potencias hegemónicas
—y que, valga recordar, inspiró en su momento las mejores tesis de
Rosa Luxemburgo sobre la

acumulación y realización del capital— hoy en día, en el marco de una
economía capitalista integrada en su modo de producción, dicha
expansión sólo puede verificarse

dentro de sus propios confines, es decir, dentro de sus sectores
constituidos tanto en la producción como en la circulación, el
intercambio y el consumo.

El corolario de esta situación estructural consiste en evidenciar que
cada vez más el sistema tiene dificultades para producir y generar el
valor necesario y la plusvalía que garanticen alta rentabilidad
promedio para el capital global a partir de la obtención de ganancias
que sustenten el sistema (para este tema véase mi libro:

Los rumbos del trabajo. Superexplotación y precariedad social en el
Siglo XXI, Editorial Miguel Ángel Porrúa-FCPyS-UNAM, México, 2012).

Por el contrario, se advierte una tendencia a un cuasi-estancamiento
económico y productivo que explica, en última instancia, la
concentración de dicho capital y la reproducción de sus ganancias en
el ámbito específico de la especulación financiera a través de
múltiples instrumentos que ofrecen las bolsas de valores, los bancos y
toda una gama de sectores como el inmobiliario, energético y de
servicios donde se invierten los excedentes del capital ficticio para
incrementar su volumen y la obtención de nuevas ganancias. Es un
círculo vicioso que expresa la profunda crisis estructural y sistémica
del capitalismo mundial que difícilmente se podrá superar dentro sus
contornos histórico-estructurales.

Es por ello que, al influjo de esa crisis, se desarrollan los nuevos
procesos imperialistas de invasión y ataques militares sin
contemplaciones y de manera completamente unilateral contra naciones
del mundo dependiente y subdesarrollado por parte de potencias como
Estados Unidos, Alemania, Francia y de la misma OTAN; la expansión
subregional de países como Brasil, Argentina y México y el fenómeno en
ciernes, pero que promete constituirse en uno de carácter estructural,
que consiste en la extensión y constitución del régimen de
superexplotación del trabajo en los propios sistemas productivos de
los países del capitalismo avanzado.

La clase dominante, el gran capital y la élite política que gobiernan
el país, frente a la crisis mundial e interna, tienen todavía mucha
tela de donde cortar para contrarrestar la merma de sus privilegios y
de sus tasas de ganancia. En efecto, además de las reformas
neoliberales implementadas por el gobierno actual (laboral y
educativa) —y las que figuran en su agenda para ser sometidas
próximamente al Congreso (la energética y la hacendaria)—, echa mano
de la contención y la reducción salarial, del aumento de los impuestos
a la población, de recortes a los derechos y prestaciones sociales de
los trabajadores, del aumento de la explotación del trabajo para
extraer mayores masas de plusvalía por obrero ocupado, con fuerte
aumento del desempleo y la pobreza. Además, para reforzar sus
privilegios, cuenta con todas las condiciones económicas, financieras
y políticas para seguir invirtiendo, a través de sus empresas, en el
exterior, de manera similar como ya lo hacen otras "sub-potencias
regionales" para "resolver" sus dificultades de realización de
mercancías y de capitales, como es el caso ejemplar de Brasil, cuya
expansión es ya un fenómeno irreversible.
Fuente: Rebelion

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