lunes, 23 de abril de 2012

El Sub: “no importa lo que está detrás de la máscara, sino lo que simboliza” #EZLN

Llamado a la resistencia civil en la U de A
Por Juan Diego Restrepo E.*
OPINIÓN
Es necesario pasar de la reflexión a la acción civil pacífica y romper
la dictadura violenta que imponen 'las capuchas' y 'los cascos´ en el
Alma Mater.
Lunes 23 Abril 2012

Rafael Sebastián Guillén Vicente, el mítico guerrillero conocido como
'Subcomandante Marcos', líder del Ejército Zapatista de Liberación
Nacional (EZLN), dijo en alguna ocasión con relación al pasamontañas
que "no importa lo que está detrás de la máscara, sino lo que
simboliza", dejando claro que más allá de la identidad individual hay
una identidad colectiva que representa, en su caso, la lucha indígena
en México.

No puede decirse lo mismo de los 'capuchos', aquellos supuestos
estudiantes que tanto traumatizan la vida académica de la Universidad
de Antioquia y de otras instituciones de educación superior de
carácter pública del país, y que con sus acciones provocadoras han
causado tanto daño, dolor y muerte.

La legitimidad que tiene el 'Subcomandante Marcos' no tiene discusión.
De acuerdo con Roger Ángela, de la Universitat de Barcelona, la
significación del pasamontañas usado por el 'Subcomandante Marcos'
surgió en una convención zapatista: "Marcos pregunta si quieren que se
quite el pasamontañas y ellos responden que no. El hecho de no poder
identificar el movimiento con una fisonomía concreta permite que
cualquiera pueda ponerse un pasamontañas para adquirir el rostro del
zapatismo y asumir sus planteamientos".

De tal legitimidad carece el 'capucho' universitario, pues su
significado y trascendencia no ha sido fruto del consenso, ni de
discusiones democráticas, ni de debates amplios, ni de convenciones
estudiantiles que les haya otorgado representatividad; a mi juicio,
son una imposición arrogante y violenta de unos pocos que solo se
representan a sí mismos y carecen de planteamientos serios y
concretos.

En un mensaje que recibí de una estudiante sobre los últimos hechos de
violencia, se resume, incluso, la incomunicación de 'los capuchos':
"todos estábamos muy confundidos porque no sabíamos por qué estaba
pasando todo. Llegué a pensar que era por el día de la tierra, o el
día de la marihuana, o que se estaban desquitando porque el día del
agua estábamos en vacaciones o algo así. Después, salieron con que era
por el TLC y hasta por la Ley Lleras, pero su mensaje nunca fue
claro".

La Universidad de Antioquia tiene problemas internos y externos que no
se pueden ocultar, que son extensivos a otras universidades públicas
en todo el país; asimismo, hay realidades sociales, políticas y
económicas a nivel regional y nacional que requieren de una amplia
discusión. Pero no es con el aturdimiento que producen los artefactos
explosivos como se van lograr los consensos necesarios para encontrar
las salidas adecuadas. La sensibilidad social y profesional no pasa
por el número de veces que se participó en una pedrea o por la
cantidad de explosivos que armó, sino por el conocimiento que le
dejaron las lecturas, la experiencia y el debate académico.

Vuelvo y repito: los 'capuchos' carecen de toda legitimidad y su
soberbia es de tal magnitud que pierden de vista que sus ataques con
explosivos artesanales y armas no convencionales no sólo generan
pánico, rabia y angustia, sino que provocan lo que podría calificarse
como "represión legitimada", que se desborda y afecta a una multitud
que es ajena a la confrontación. Es lo que algunos analistas llaman
"la psicología de la vendetta".

Ahí es cuando entra en acción la Fuerza Pública, 'los cascos' (por sus
atuendos), que en su afán de recuperar lo que llaman el "orden",
pierden la noción del "enemigo" y recurriendo también a estrategias
que carecen de proporción y medida, afectan a toda la comunidad
universitaria que, en los momentos de choque, hace presencia en el
campus.

Hay aspectos significativos en los que coinciden tanto los 'capuchos'
como 'los cascos' en el momento de la confrontación: la negación de la
identidad, dado que ambas facciones se cubren el rostro; la
ilegitimidad de sus actos, pues no discriminan entre quiénes hacen
parte del "tropel" y quiénes no; y en el poder simbólico de la
representación violenta, cuya manifestación teatral cada vez tiene
menos sentido y se torna más agresiva.

No cabe duda de que tanto 'los capuchos' como 'los cascos' gozan de
una fuerte vitalidad: los unos amparados en su arrogancia, disciplina,
preparación armada, apoyos logísticos y en una supuesta ideología; y
los otros, respaldados en la legalidad constitucional que, por
momentos, es arbitraria e ilegítima.

Quien haya presenciado una pedrea en la Universidad de Antioquia sabrá
que no sólo hay 'capuchos' en acción; también hay un público presente
que los alienta a continuar sus ataques contra la Fuerza Pública, los
aplauden, les prestan ayuda, los acompañan con cantos y arengas. Del
otro lado, 'los cascos' también tienen su corifeo, compuesto por
aquellos que reivindican la fuerza extrema contra la comunidad
universitaria, que los estimula a usar de manera indiscriminada gases
lacrimógenos y otros artefactos explosivos.

Cualquier idea considerada subversiva, en el sentido filosófico del
término, se invalida con las acciones bélicas de 'los capuchos'; por
lo mismo, cualquier idea del orden queda en cuestión cuando la Fuerza
Pública, a través de sus escuadrones del Esmad, ataca de manera
desproporcionada dentro del campus universitario a toda la comunidad
universitaria.

Es pues urgente resistirnos a unos y otros, restarles la vitalidad del
poder simbólico que dicen representar, abandonarlos, aislarlos,
dejarlos solos en sus barricadas sin sentido. No podemos dejar que
sigan decidiendo, de manera violenta, las reglas de juego en el campus
universitario. Ambos son enemigos de la academia. 'Papas bomba' y
gases lacrimógenos son expresiones de radicalidad a las que debemos
oponernos.

El orden caótico que imponen 'los capuchos' y 'los cascos' tiene que
romperse, desequilibrarse, a favor de la academia, de la ciencia, del
debate, de la palabra abierta y transparente, despojada de sus
artilugios de guerra y de sus humos asfixiantes. ¿Pero cómo resistir?
Hay que salir masivamente a cuestionarlos, utilizando para ello
algunas de sus estrategias, como las pintas en las paredes, los
panfletos, los espacios abiertos y las llamadas redes sociales;
confrontarlos en el debate, pero con el rostro descubierto; no
abandonar las clases y evitar el desalojo masivo del campus.

Las jornadas de reflexión convocadas por las autoridades
universitarias tendrían sentido si en ellas surgieran propuestas de
acción que derroten la inercia contra 'los capuchos' y 'los cascos',
de lo contrario nos veremos enfrentados a lo que escribió Michel
Onfray en su libro Política del rebelde: "La inercia sigue siendo una
fuerza mientras en frente el enemigo no decida aumentar su presión y
acentuar su poder. En ese caso, la inercia ya no basta, y si nos
limitamos a ella, perdemos, arrastrados por una fuerza más grande".

*Periodista y profesor universitario
http://www.semana.com/opinion/llamado-resistencia-civil/176017-3.aspx

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