viernes, 4 de enero de 2013

El derecho al delirio: Eduardo Galeano

El derecho al delirio:

El aire estará limpio de todo veneno que no venga de los miedos
humanos y de las humanas pasiones;

En las calles, los automóviles serán aplastados por los perros;

La gente no será manejada por el automóvil, ni será programada por
la computadora, ni será comprada por el supermercado, ni será mirada
por el televisor;

El televisor dejará de ser el miembro más importante de la
familia, y será tratado como la plancha o el lavarropas;

La gente trabajará para vivir, en lugar de vivir para trabajar;

Se incorporará a los códigos penales el delito de estupidez, que
cometen quienes viven por tener o por ganar, en vez de vivir por vivir
nomás, como canta el pájaro sin saber que canta y como juega el niño
sin saber que juega;

En ningún país irán presos los muchachos que se nieguen a cumplir
el servicio militar, sino los que quieran cumplirlo;

Los economistas no llamarán nivel de vida al nivel de consumo, ni
llamarán calidad de vida a la cantidad de cosas;

Los cocineros no creerán que a las langostas les encanta que las
hiervan vivas;

Los historiadores no creerán que a los países les encanta ser invadidos;

Los políticos no creerán que a los pobres les encanta comer promesas;

La solemnidad se dejará de creer que es una virtud, y nadie tomará
en serio a nadie que no sea capaz de tomarse el pelo;

La muerte y el dinero perderán sus mágicos poderes, y ni por
defunción ni por fortuna se convertirá el canalla en virtuoso
caballero;

Nadie será considerado héroe ni tonto por hacer lo que cree justo
en lugar de hacer lo que más le conviene;

El mundo ya no estará en guerra contra los pobres, sino contra la
pobreza, y la industria militar no tendrá más remedio que declararse
en quiebra;

La comida no será una mercancía, ni la comunicación un negocio,
porque la comida y la comunicación son derechos humanos;

Nadie morirá de hambre, porque nadie morirá de indigestión;

Los niños de la calle no serán tratados como si fueran basura,
porque no habrá niños de la calle;

Los niños ricos no serán tratados como si fueran dinero, porque no
habrá niños ricos;

La educación no será el privilegio de quienes puedan pagarla;

La policía no será la maldición de quienes no puedan comprarla;

La justicia y la libertad, hermanas siamesas condenadas a vivir
separadas, volverán a juntarse, bien pegaditas, espalda contra
espalda;

Una mujer, negra, será presidenta de Brasil y otra mujer, negra,
será presidenta de los Estados Unidos de América; una mujer india
gobernará Guatemala y otra, Perú;

En Argentina, las locas de Plaza de Mayo serán un ejemplo de salud
mental, porque ellas se negaron a olvidar en los tiempos de la amnesia
obligatoria;

La Santa Madre Iglesia corregirá las erratas de las tablas de
Moisés, y el sexto mandamiento ordenará festejar el cuerpo;

La Iglesia también dictará otro mandamiento, que se le había
olvidado a Dios: «Amarás a la naturaleza, de la que formas parte»;

Serán reforestados los desiertos del mundo y los desiertos del alma;

Los desesperados serán esperados y los perdidos serán encontrados,
porque ellos son los que se desesperaron de tanto esperar y los que se
perdieron de tanto buscar;

Seremos compatriotas y contemporáneos de todos los que tengan
voluntad de justicia y voluntad de belleza, hayan nacido donde hayan
nacido y hayan vivido cuando hayan vivido, sin que importen ni un
poquito las fronteras del mapa o del tiempo;

La perfección seguirá siendo el aburrido privilegio de los dioses;
pero en este mundo chambón y jodido, cada noche será vivida como si
fuera la última y cada día como si fuera el primero.

Dos citas que me encantaron de este señor:

Hay que estar ebrio siempre. Todo reside en eso: ésta es la única
cuestión. Para no sentir el horrible peso del Tiempo que nos rompe las
espaldas y nos hace inclinar hacia la tierra, hay que embriagarse sin
descanso.

Pero, ¿de qué? De vino, de poesía o de virtud, como mejor les
parezca. Pero embriáguense.

Y si a veces, sobre las gradas de un palacio, sobre la verde
hierba de una zanja, en la soledad huraña de su cuarto, la ebriedad ya
atenuada o desaparecida ustedes se despiertan pregunten al viento, a
la ola, a la estrella, al pájaro, al reloj, a todo lo que huye, a todo
lo que gime, a todo lo que rueda, a todo lo que canta, a todo lo que
habla, pregúntenle qué hora es; y el viento, la ola, la estrella, el
pájaro, el reloj, contestarán:
"¡Es hora de embriagarse!"
Para no ser los esclavos martirizados del Tiempo,
¡embriáguense, embriáguense sin cesar!
De vino, de poesía o de virtud, como mejor les parezca.



"Ella está en el horizonte -dice Fernando Birri-. Me acerco dos
pasos, ella se aleja dos pasos. Camino diez pasos y el horizonte se
corre diez pasos más allá. Por mucho que yo camine, nunca la
alcanzaré. ¿Para que sirve la utopía? Para eso sirve: para caminar."

http://www.calaveradigital.com/historial/2012/12/el-derecho-al-delirio-eduardo-galeano/

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