martes, 8 de enero de 2013

Luvina, de Rulfo, es casi todo México

Luvina, de Rulfo, es casi todo México
28. octubre, 2012 Iskra Sabino Márquez Opinión

La atmósfera que se describe en Luvina está impregnada de una esencia
fantasmagórica y, al mismo tiempo, de una gran tristeza. Juan Rulfo,
en este cuento, describe el ambiente del pueblo de San Juan Luvina,
rodeado por la miseria y la muerte. Es un lugar en el que cualquiera
que se atreva a cruzar sus límites vivirá sentenciado por la
pesadumbre.


"Por cualquier lado que se le mire, Luvina es un lugar muy triste.
Usted que va para allá se dará cuenta. Yo diría que es el lugar donde
anida la tristeza. Donde no se conoce la sonrisa, como si a toda la
gente le hubieran entablado la cara. Y usted, si quiere, puede ver esa
tristeza a la hora que quiera" (Juan Rulfo, Pedro Páramo y El llano en
llamas. Luvina, editorial Planeta, página 174).

Luvina consume todo lo que pisa sus terrenos. Se chupa la vida y seca
las almas de todo ser vivo. "Allá viví. Allá dejé la vida… Fui a ese
lugar con mis ilusiones cabales y volví viejo y acabado". En Luvina
habita un viento que sólo arrastra un aroma de muerte, que aterroriza
a todo aquel que lo escucha. Es como si el pueblo estuviera maldito.
En ese lugar la vida está negada. Sus habitantes poseen una
personalidad que confunde, como si fueran espectros que están
condenados a habitar dentro del infierno; pero éste es un infierno
terrenal.

San Juan Luvina es un pueblo lúgubre donde no hay cabida para la
esperanza. Ahí todas las ilusiones están muertas, como las personas
que alguna vez pudieron anhelar un suspiro de consuelo, y que en vez
de dirigir su camino hacia una mejor existencia se tuerce,
abruptamente, alrededor de la esperada muerte, esa muerte que es tan
deseada por las personas que en ella ven el único medio para la
liberación del gran sufrimiento que de Luvina nace.

"Nadie lleva la cuenta de las horas ni a nadie le preocupa cómo van
amontonándose los años. Los días comienzan y se acaban. Luego viene la
noche. Solamente el día y la noche hasta el día de la muerte, que para
ellos es una esperanza" (página 177).

La soledad de Luvina es dolorosa. Su paisaje, grisáceo. Pero el viento
que emana del fondo de la barranca es el más temible. Es como si
tuviera voluntad propia. El viento de Luvina es como el alma maligna
del cerro que somete y aterroriza a sus habitantes. Este soplo gris
que penetra hasta los huesos, que fulmina el espíritu de quien lo
inhala, que apaga el color de la vida y lo maquilla dejando un tono de
aflicción, es el ser que vive dentro de Luvina.

"Dicen los de allí que cuando llena la luna, ven de bulto la figura
del viento recorriendo las calles de Luvina, llevando a rastras una
cobija negra; pero yo siempre lo que llegué a ver, cuando había luna
en Luvina, fue la imagen del desconsuelo… Siempre" (página 174).

Este cuento no sólo hace referencia a un mundo que se encuentra
encapsulado en una dimensión que es temida por muchos, es la fatal
realidad que viven día con día los hombres del campo, una realidad
devastadora, como ese viento aterrador que ronda el pueblo de Luvina,
y es el hambre y la miseria que viven los campesinos de nuestro país
desde hace mucho tiempo y que al enfrentarnos a esa verdad por medio
de la lectura nos parece escalofriante. Ese mismo sufrimiento lo
transmite Juan Rulfo por medio de este maravilloso relato, y es que el
hambre duele y la pobreza se convierte en un animal que devora todo lo
que a su paso se encuentra y que desconoce sexos y edades.

Lo que en Luvina se exalta es la miseria de la existencia y el mejor
remedio que existe para ese mal se encuentra en la no existencia, en
la muerte; esa muerte que promete parar el sufrimiento de todos esos
hombres y mujeres que deambulan por las calles del pueblo como ánimas
en pena, que ni siquiera tienen rostro.

En Luvina ni la fe ampara a sus más fieles creyentes, no hay esperanza
de nada. "Al atardecer, cuando el sol alumbraba sólo las puntas de los
cerros, fuimos a buscarla. Anduvimos por los callejones de Luvina,
hasta que la encontramos metida en la iglesia. Allí no había a quién
rezarle. Era un jacalón vacío, sin puertas, nada más con unos
socavones abiertos y un techo resquebrajado por donde se colaba el
aire como por un cedazo" (página 175).

El pueblo de San Juan Luvina hace recordar esas regiones de México que
viven subyugadas y relegadas por la extrema pobreza y que a pesar de
ubicarse dentro del mismo territorio parece que habitan otro mundo.
Zonas en las que sólo se pueden encontrar ancianos casi moribundos y
mujeres solitarias acompañadas por sus pequeños hijos que desde muy
temprana edad tienen que enfrentarse a las rudas labores del campo,
para poder llevar el alimento necesario a sus bocas. Estas personas
son las mismas que se enfrentan a esa atmósfera de miseria en la que
la tierra ya no da más para sembrar porque se ha vuelto estéril.

Todo esto es Luvina, un poblado donde la vida ya no puede dar fruto
alguno y la esperanza está muerta. Luvina no sólo es un cuento que
parece relatar la historia de un pueblo fantasma, es la ficción
literaria que nace de la brutal realidad. Es el retrato de una vida
miserable.

*Licenciada en Humanidades, maestrante en Educación
http://contralinea.info/archivo-revista/index.php/2012/10/28/luvina-de-rulfo-es-casi-todo-mexico/

No hay comentarios:

Publicar un comentario