miércoles, 30 de septiembre de 2015

La enseñanza de Ayotzinapa x Omar García

La enseñanza de Ayotzinapa
x Omar García
Para este sobreviviente de la masacre, Ayotzinapa es el punto de no
retorno, la coyuntura que no termina, el factor que nos une, la
posibilidad de articular la lucha

El 26 de septiembre de 2014 fueron los gritos de indignación e
impotencia de los estudiantes frente a los disparos de policías y
militares. Al día siguiente fueron los gritos de los padres que junto
con los estudiantes y abogados, en aquella Normal Rural, se ponían de
acuerdo para ir a buscarlos a Iguala. También se encontraba la
población de los alrededores y las personas que escucharon a través de
las noticias lo ocurrido.

No era la primera vez que nos perseguían, al día siguiente del
acontecimiento padres de familia y estudiantes asumieron que tampoco
sería la última. Tampoco eran ellos los únicos luchando, había más
desde hacía años por las mismas razones y por otras distintas. Solo
por eso se encontraban en una disyuntiva: caminar solos o acompañarse
de un México dolido y con deseos de transformarse.

Igual que otros movimientos, los padres de familia, cuyos hijos
desaparecidos eran también hijos de Ayotzinapa, afirmaron a México y
al mundo que sus #43 muchachos no eran los únicos desaparecidos en el
país, y que al igual que ellos había miles y miles de familias
sufriendo el mismo dolor. No se limitaron a eso, expresaron también
que la desaparición forzada no es el único problema en el país, sino
que hay miles de problemas que el Estado mexicano, no puede, ni quiere
resolver.

En ese espíritu, desde principios de octubre se llamó a organizaciones
e individuos del país a participar en un gran movimiento que buscara
primordialmente a nuestros #43, pero también para trasformar el país y
garantizar que aquel grito que el gobierno pretendía aislar, se
extendiera por todo el territorio nacional y de ser posible, al mundo
entero; pero también para que no fuera solamente el grito de unos,
sino el grito de todos y todas, para que no fuera solo un grito de
indignación, sino un quehacer organizativo; para que aquello que no
había empezado como un movimiento por trasformar el país tuviera la
posibilidad de convertirse en un movimiento incluyente donde quienes
se identificaran y quienes no, supieran que estábamos dispuestos a
caminar sin ponernos obstáculos entre nosotros, pues el enemigo no son
los movimientos, sino el sistema.

Y fue tan grande la rabia del pueblo mexicano, que mostró su dignidad
y su apreciación de la realidad social del país; fue tan hábil su
actuar que cuando el gobierno vino con su primera mentira el 5 y 6 de
octubre, ellos no se dejaron engañar y mostraron al mundo su primera
enseñanza: desconfiar del Estado ante la afirmación de que aquellos 28
cuerpos encontrados en cinco fosas de Iguala, eran de los estudiantes.

Padres de familia y estudiantes llamaron a peritos independientes,
cuyos análisis dieron al traste con la primera mentira. La burla del
Estado y su incapacidad para investigar y resolver problemas se hizo
evidente a los ojos de la población nacional e internacional; la
"credibilidad" del Estado se vino abajo. El Estado intentó
criminalizarlos, dividirlos, resignarlos, pero no lo logró y atacó
vilmente a quienes nos solidarizamos con su lucha, pero no nos
vencieron. Luego de su mentira histórica, los familiares de los #43 y
el movimiento, soportaron el dolor de ver cómo muchos le creyeron a
Murillo Karam y tuvieron que esperar casi ocho meses para derrumbar
esa mentira con la intervención y el informe del GIEI.

Con cada golpe que el Estado ha dado, el movimiento social ha sabido
dar una respuesta. Miles y miles de personas se identificaron con los
padres de familia porque son familiares también de otras víctimas de
desaparición forzada, que levantaron la frente, igual que nosotros, y
emprendieron una búsqueda que lejos está de terminarse. Padres y
estudiantes nos hablaron fuerte, y al hacerlo, México y el mundo
comenzó a hablar fuerte también.

Porque no era una mentira lo que los padres decían al mundo, no se
inventaron que en México la situación para el pueblo iba de mal en
peor. Ellos nos recordaron el 68, el 71, Acteal, Aguas blancas, el
Charco, Atenco, Pasta de Conchos, Guardería ABC, las muertas de
Juárez, Tlatlaya, y nos anunciaba Apatzingán, San Quintín, Tanhuato,
Ostula, la Narvarte…

Nos sacudieron la cabeza y supimos de la corrupción, de la impunidad,
del narco-Estado que no permite la manifestación y la crítica; y que
lo mismo asesina a estudiantes y maestros, a intelectuales y
periodistas, a hombres y mujeres. Son quienes trafican niños y niñas,
culpables de enriquecerse a costa del pueblo, como es el caso de la
casa Blanca y también de la censura en general de voces críticas como
la Aristegui de MVS Noticias.

Los padres y estudiantes hablamos de la descomposición de las
relaciones sociales, a nivel macro social, pero también a nivel micro;
decimos que el silencio es cómplice de tanta muerte pero también, nos
motivaron a salir por millares a las calles, algunos con experiencia
previa, otros por primera vez; algunos con las formas tradicionales de
protesta, otros con la música, el teatro, el arte en general, y así
sensibilizaron a miles más y poco a poco asumimos que la situación
debe cambiar. Todo eso resumido y al mismo tiempo extendido en las
páginas de un año de lucha.

Pudimos ver que en la voz de los padres estaban no solo sus hijos
desaparecidos, sino también el México perdido que comenzaba a
encontrarse en los ojos de unos padres y estudiantes campesinos. Por
eso su voz y su lucha ya no les pertenecían, sino que era lo que
"muchos queríamos decir y no podíamos", lo que muchos ya gritaban y el
resto ignoraba, como las compañeras de Ciudad Juárez.

La voz y la lucha de los padres pasaron a ser la lucha multisectorial,
la de los miles de individuos con sus problemas diversos, con sus
diversas formas y vías de afrontarlos. Hoy más que nunca debe
quedarnos claro que no puede haber luchas aisladas, porque al aislarse
se vuelven anónimas, lejanas, fáciles de derrotar.

El caso Ayotzinapa nos advierte categóricamente lo siguiente: Si un
problema tan ampliamente difundido y abrazado por la solidaridad del
pueblo, no ha sido resuelto, mucho menos tendrá posibilidad de ser
resuelto si son problemas que no se ven y casi nadie conoce, y lo que
es peor, aquellos con los que es difícil simpatizar e identificarse.

Ayotzinapa nos enseña que estamos ante un adversario poderoso y sin
vergüenza, sin principios y sin humanidad. Porque de Ayotzinapa se
supo en cada rincón de este país, se supo en el mundo entero y no por
eso se ha resuelto el problema de las desapariciones forzadas. Lo que
nos enseña en fin no es nada nuevo, es lo que muchas organizaciones e
individuos han venido afirmando años atrás, lo que nos dicen, aunque
con matices distintos, los zapatistas, la Constituyente Ciudadana,
Cherán, Oaxaca, Michoacán, Atenco, etc. Pero debe quedarnos claro que
no basta todo lo hecho, que no basta el grito, que no bastan las
intenciones; porque no somos todos ni esto es todo, queda mucho por
hacer todavía.

Las investigaciones no avanzan, no hay nadie que se haga responsable,
no han aparecido nuestros compañeros y las desapariciones, la
violencia, la corrupción y la manipulación continúan. Ahí están los
partidos y el gobierno, ahí está el enorme aparato de los medios de
comunicación y parte de la población que los sigue y legitima. Ahí
estamos todos nosotros frente a ellos, retomando el vuelo, tomando el
artículo 39 en nuestras manos, en nuestros corazones y manifestando
nuestra posición como organizaciones y mexicanos de a pie que queremos
participar en los procesos de cambio.

Para mí, es Ayotzinapa el punto de no retorno, la coyuntura que no
termina, el factor que nos une, la posibilidad de articular la lucha y
de entablar relaciones con las fuerzas políticas y sociales del país
que difieren en las formas, pero no en los objetivos.

Quienes participamos y hemos acompañado a los familiares de los #43
desaparecidos de Ayotzinapa sabemos y proclamamos nuestra solidaridad
hasta que los estudiantes aparezcan, hasta garantizar que hechos como
los de Iguala hace exactamente un año no vuelvan a repetirse, es
decir, hasta cambiar la forma de gobierno de nuestro país y el sistema
. No ha habido un movimiento social tan grande desde el 132, con esta
movilización también cambió la imagen de Peña Nieto.

A un año les decimos fuerte que NO DESCANSAREMOS HASTA ENCONTRARLOS.
¡PORQUE VIVOS SE LOS LLEVARON ¡¡VIVOS LOS QUEREMOS!

CALPU

http://www.lahaine.org/mundo.php/la-ensenanza-de-ayotzinapa

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